sábado

:: PABLO NERUDA





Por la potencia evocadora de los objetos que guarda y por su entorno dominado por la presencia del mar, la casa de Isla Negra es una especie de compendio visual y material del imaginario poético de Neruda.
“ ... me dio la impresión de que la poesía se había hecho materia, cosa, objeto... Todo en la casa era poesía. Una poesía tan personal, tan nerudiana, que el visitante, al hilo de los objetos, podía reconstruir la biografía del poeta.” Escribió, luego de visitarla, el consejero de cultura y patrimonio de la Junta de Extremadura, Francisco Muñoz Ramírez
Al regresar de Europa a Chile, en 1937, el poeta buscaba un lugar para dedicarse a su Canto general, un gran libro sobre la historia, la naturaleza y las luchas de los pueblos americanos. “La costa salvaje de Isla Negra, con el tumultuoso movimiento oceánico, me permitía entregarme con pasión a la empresa de mi nuevo canto”- anotó en sus memorias.
Don Eladio Sobrino, un marino español que según dicen, decidió quedarse en Chile luego de perder su barco en Punta Arenas, había adquirido en 1935 un gran terreno en el borde costero de nuestro litoral central. En 1938 Neruda le compró un sitio con una cabaña de piedra, proyectada por Luz Sobrino, hija de don Eladio. La casa, de unos setenta metros cuadrados, tenía un comedor, cocina, baño y dos dormitorios.
“La casa... No sé cuándo nació... Era a media tarde, llegamos a caballo por aquellas soledades... – escribió el poeta -... Don Eladio iba delante, vadeando el estero de Córdoba que se había crecido... Por primera vez sentí como una punzada este olor a invierno marino, mezcla de boldo y arena salda, algas y cardos.
“Aquí, dijo don Eladio ( navegante), y allí nos quedamos. Luego la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles...”
Sí, la casa fue creciendo. Pocos años después de adquirida, el poeta inició, con el arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias, una serie de ampliaciones. Se conserva un boceto en el que Neruda expresa tres intenciones: una torre en el acceso, una chimenea y un gran ventanal hacia el mar.
Rodríguez Arias hizo los planos en el invierno de 1943 y las obras terminaron hacia marzo de 1945.
Raúl Bulnes recuerda las dificultades que había en ese tiempo para construir en Isla Negra: “Como no había puentes se cruzaba el estero en carreta de bueyes y en toda la zona no había elementos ni tecnología adecuados”.
Isla Negra no es isla, inicialmente se llamaba Las Gaviotas. Lo de “negra” podría deberse al color de sus roqueríos. Pero ¿de dónde sale la “isla”? En una carta que le envía al escritor argentino Héctor Eandi, desde Java, el 5 de septiembre de 1931, Neruda le dice que está tendido en la arena mirando la isla negra, Sumatra. Tal vez el recuerdo de aquella isla de oriente lo llevó a bautizar el balneario con este nombre que ha pasado a ser uno de los emblemas nerudianos.
La primera intervención importante en la casa de Isla Negra fue la torre sin techo, con reminiscencias de la arquitectura europea mediterránea, y que el poeta después techó para dejarla como las de las casas del Temuco de su infancia. Termina el ciclo de ampliaciones con la Covacha, un espacio que el poeta destinó a su trabajo literario, y que hizo edificar de madera y techo de zinc para sentir el canto de la lluvia. Para Elena Mayorga, esto nos remite nuevamente “a una reinterpretación de la casa materna de Temuco”.
Para construir sus casas, Neruda siempre buscó sitios que se relacionaran con elementos o escenarios naturales, que en Isla Negra es el mar con su oleaje, sus rompientes, playa y roqueríos. El poeta escribió: “El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana”.
Junto a estos espacios abiertos hacia el exterior dominado por el mar, hay otros, como la Covacha, lugar cerrado, sólo con una pequeña ventana hacia el mar, donde el poeta buscaba tranquilidad para escribir.
El arquitecto y amigo de Neruda, Sergio Soza , se ocupó, a partir de 1965, de las nuevas ampliaciones en la casa de Isla Negra. Proyectó los arcos que unen los cuerpos de la casa, y los recintos que albergan la sala del caballo y la Covacha.
En la casa de Isla Negra Neruda escribió parte importante de su obra literaria, reunió allí la mayoría de sus libros y también ejerció la hospitalidad, práctica social que es uno de los legados de su infancia sureña.
Fueron muchos los invitados a la mesa generosa del poeta y las celebraciones que se hicieron en aquella casa. La última de ellas fue triste. Neruda siempre festejaba las fiestas patrias. A pesar de la situación que vivía el país, luego del golpe de estado, el 18 de septiembre de 1973 llegaron algunos amigos a Isla Negra. Pero sólo traían desde Santiago noticias alarmantes o tristes.
Al día siguiente Neruda, ya gravemente enfermo, fue llevado en ambulancia a la capital, desde donde sólo volvería a Isla Negra en diciembre de 1992, cuando sus restos fueron trasladados allí, junto a los de Matilde. Este funeral se realizó con todos los honores y con asistencia de las máximas autoridades de la nación. Se cumplió así la voluntad que el poeta había expresado hacía casi cincuenta años en su poema “Disposiciones” de Canto general:
“Compañeros, enterradme en Isla Negra,/ frente al mar que conozco, a cada arena rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver...”