sábado
:: ERNESTO "CHE" GUEVARA
He nacido en la Argentina; no es un secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie.
viernes
:: ATAHUALPA YUPANQUI
ATAHUALPA YUPANQUI
Atahualpa Yupanqui es el mayor referente de la música folklórica argentina. Compositor, guitarrista, cantante y escritor, ha dejado una obra cuyo conocimiento es esencial para acercarse al paisaje musical argentino, así como a sus costumbres, su entonación y su memoria.
Profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular. Encontraremos así en su obra las preguntas que asaltan al pensador durante las noches de desvelo, la soledad, las quejas del pobre carente de trabajo, la dura vida del hombre de campo, los paisajes del Tucumán y de otras provincias argentinas, la evocación de diversos personajes camperos y algunos momentos autobiográficos, entre muchos otros temas.
Las formas musicales a las que recurre con mayor frecuencia son la milonga, la zamba, la chacarera, la canción norteña y la vidala.
Entre sus canciones más conocidas podemos citar: Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, y al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras.
Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
APUNTES BIOGRAFICOS
Nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Pergamino. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero. Durante la adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre y por el cual todos lo hemos conocido: Atahualpa Yupanqui.
Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos: "En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes 'muy de antes' ..." ("El canto del viento", I ).
Los primeros años de su infancia transcurren en Roca, pueblo de la provincia de Buenos Aires donde su padre trabaja en el ferrocarril.
Allí sus días transcurren entre los asombros y revelaciones que le brinda la vida rural y el maravilloso descubrimiento del mundo de la música, al que se acerca a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras: "... mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (...) Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" ("El canto del viento", I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación. Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos.
"Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma, y ya no habría otro mundo que ése: ¡ La Guitarra !. "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡ La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre !" ("El canto del viento", II).
Cuenta con 9 años cuando su familia viaja al Tucumán, provincia a la que volverá repetidas veces a lo largo de su vida, y a la cual lo une un profundo afecto. En el terreno musical, describe este lugar como "el reino de las zambas más lindas de la tierra". Muchas canciones suyas han sido dedicadas al Tucumán o han evocado su gente y sus parajes: la famosísima "Luna tucumana", "Nostalgias tucumanas", "Adiós Tucumán", "Zamba del grillo", "La tucumanita", "La pobrecita", "La raqueña", etc.
Durante su adolescencia regresa a la provincia de Buenos Aires, a Junín. A partir de los 18 años inicia un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Como señala Felix Luna, durante mucho tiempo resulta imposible seguir en detalle su itinerario: "Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar" ("Atahualpa Yupanqui", pág. 36).
En esos años de adolescencia y juventud, además de su trabajo como músico, se desempeña en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista.
También fue común, durante esos primeros años, que recorriera junto con un amigo distintos pueblos del interior proyectando películas en una sábana que utilizaban como pantalla. Terminada la película, venía el concierto de guitarra a cargo de Atahualpa.
Por esas vueltas que tiene la vida, encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodriguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Escuchemos el doloroso relato de Yupanqui: "Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !. ¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche! El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una semblanza del maestro. De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso. (...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia" ("El canto del viento", IV).
Hacia fines de la década del '30 comienza a efectuar sus primeras grabaciones difundiendo, también, su propio cancionero. Registra así, para el sello RCA Victor numerosos cantos y danzas, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", "Kaluyo de Huascar", "Viento, viento", "Camino de los valles", "Cañada Honda", "La viajerita", "La raqueña", etc. (Fernando Boasso - "Tierra que anda ..." , pág. 42/43).
En la década del '40 suma a su actividad como compositor e intérprete la de escritor, publicando sus dos primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943. Más adelante publica la novela "Cerro Bayo", en la que luego se basaría el guión de la película "Horizontes de Piedra".
Continúan sus grabaciones: "Viene clareando", "Hui jo jo", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "Chilca Juliana", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio", entre otras, van cimentando su fama y su prestigio en todo el país.
En 1945 se afilia al Partido Comunista, vínculo que mantendrá hasta el año 1952, fecha en que renuncia al mismo retomando una posición política independiente. Esta afiliación y su actitud crítica ante el gobierno peronista le valdrán un silenciamiento forzoso durante todos esos años. Sus actuaciones fueron prohibidas, no participó en programas radiales, sus grabaciones se interrumpen desde 1947 hasta 1953. Tampoco se permitía la interpretación de sus temas por otros artistas.
Es detenido y encarcelado en ocho oportunidades.
Comienzan en estos años sus retiros en la localidad de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, donde levanta su casa, y sus viajes por Europa donde obtendrá un reconocimiento excepcional. En 1949 actúa en distintos países de la órbita comunista: Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Recala luego en París, donde se vincula con distintos artistas e intelectuales del momento. Conoce a Edith Piaf quien queda impresionada con su arte y lo invita a participar en sus propios recitales ante el público parisino, en los que obtiene un resonante éxito. En 1950 obtiene el premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco folklórico del año.
A partir de 1953 se levanta su proscripción y vuelve a grabar en forma sostenida: "Tierra querida", "Chacarera de las piedras", "Recuerdos del Portezuelo", "La Tucumanita", "Indiecito dormido", "Lloran las ramas del viento", "La humilde", "Le tengo rabia al silencio", "Luna Tucumana", etc., etc.
Retoma, también, sus actuaciones en Buenos Aires y el interior del país.
En la década del '60 además de sus giras de concierto por Europa, comienza a actuar en el Japón, donde nuevamente obtiene un profundo reconocimiento. Continúa con sus grabaciones: "Los ejes de mi carreta", "Sin caballo y en Montiel", "La alabanza", "Cantor del sur", "El árbol que tu olvidaste", "El payador perseguido" entre muchos otros títulos. Edita, asimismo, uno de sus libros más importantes: "El canto del viento".
En 1967 obtiene el Premio del Festival de Cosquín y en 1968 y 1969 el Premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco extranjero.
De aquí en adelante el reconocimiento de su propio país, América y Europa se ve plasmado en una serie de premios y homenajes: El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) es bautizado con su nombre (1972); es nombrado ciudadano ilustre en el estado de Vera Cruz, México (1973); es condecorado por el gobierno de Venezuela (1978); es nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia (1979); recibe el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la O.E.A. (1983); recibe el Premio Konex de Platino como autor de folklore (1985); Premio "Caballero de las Artes y Letras" del Ministerio de Cultura de Francia (1986); Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (1990); Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires (1991).
Recomiendo consultar el libro de Fernando Boasso quien incorpora una extensa lista de premios y distinciones recibidos por el artista. Aquí sólo se han citado algunos ("Tierra que anda ...", pag. 183/185).
Compone en París dos cantatas con música de compositores argentinos: "El sacrificio de Tupac-Amaru" (1971) con música de Enzo Gieco y Raúl Maldonado; y "La Palabra Sagrada" (1989) con música de Juan José Mosalini y Enzo Gieco.
Para completar esta sucinta enunciación de sus obras, cabe recordar aquí sus últimos libros: "Guitarra", "El payador perseguido", "Del algarrobo al cerezo" y "La capataza".
A fines de los '80 concreta la creación de la "Fundación Yupanqui". Cuenta Fernando Boasso: "Por 1987 Don Ata va ultimando los detalles para una fundación, que se concretará en 1989, como Fundación Yupanqui. Declara a 'Clarín' (17 de mayo de 1987): 'Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tengo muchas expectativas de todo esto. Tal vez, cuando yo no esté en el mundo, ese modesto centro centro de ideas continuará de algún modo con mis ideas, con mis afectos'. (...)'Lo pensamos con mi amigo, el investigador Rex González. Tenía cosas muy valiosas, iba a causar muchos problemas para el hijo tener que conservarlas. Y entonces dejé para la Fundación mi casa de Cerro Colorado. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo...' ". ("Tierra que anda ...", pág. 111).
Encontrará Ud., en más de una oportunidad, la firma de "Pablo del Cerro" en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui. Se trata del seudónimo artístico de quien fue su esposa: Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones.
Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
LECTURAS RECOMENDADAS
"EL CANTO DEL VIENTO" - Atahualpa Yupanqui - Ediciones Siglo Veinte, 1988 -Recuerdos de infancia y juventud, evocación de distintas provincias argentinas y de sus personajes y músicos, relatos y poemas, pero sobrevolando todo esto, una profunda definición estética. La demarcación precisa de un camino y de una búsqueda constante a lo largo de toda su vida. Una lectura trascendental para todos aquellos que quieran adentrarse en el universo de Yupanqui y también para quienes quieran definir su rumbo dentro de la música folklórica argentina.
"TIERRA QUE ANDA - ATAHUALPA YUPANQUI - HISTORIA DE UN TROVADOR" - Fernando Boasso - Ed. Corregidor, 1993.Una reseña de su vida basada en los escritos y canciones de Yupanqui y en una amplia colección de artículos periodísticos y reportajes. Sus nueve capítulos: Tierra querida - Tierra que anda - Caminos del Trovador - Cerro Colorado - Cada canción, una historia - Pablo del Cerro - El hombre y la obra - Los grandes temas - Premios y distinciones.
"ATAHUALPA YUPANQUI" - Felix Luna - Colección Los Juglares, Ediciones Jucar, 1974.Más sintético que el anterior, brinda una rápida aproximación a la figura de Yupanqui. Incluye un cancionero básico.
"ATAHUALPA YUPANQUI, EL CANTO DE LA PATRIA PROFUNDA" - Norberto Galasso - Ediciones del Pensamiento Nacional - Colección Los Malditos (Colihue), 1992.
"ATAHUALPA YUPANQUI-CUCHI LEGUIZAMON" - José Tcherkaski - Editorial Galerna, 1984.
Atahualpa Yupanqui es el mayor referente de la música folklórica argentina. Compositor, guitarrista, cantante y escritor, ha dejado una obra cuyo conocimiento es esencial para acercarse al paisaje musical argentino, así como a sus costumbres, su entonación y su memoria.
Profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular. Encontraremos así en su obra las preguntas que asaltan al pensador durante las noches de desvelo, la soledad, las quejas del pobre carente de trabajo, la dura vida del hombre de campo, los paisajes del Tucumán y de otras provincias argentinas, la evocación de diversos personajes camperos y algunos momentos autobiográficos, entre muchos otros temas.
Las formas musicales a las que recurre con mayor frecuencia son la milonga, la zamba, la chacarera, la canción norteña y la vidala.
Entre sus canciones más conocidas podemos citar: Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido, Tú que puedes vuélvete, así como también el extenso relato por milonga El payador perseguido.
De cualquier manera, no hay que olvidar que esta selección es apenas una muestra de un cancionero de gran extensión y calidad, y al que uno puede acercarse a través de cualquiera de sus obras.
Para completar este breve panorama proponemos una segunda serie de canciones para quien esté interesado en conocer más profundamente la obra de Yupanqui: Milonga del solitario, Las coplas de baguala del Valle Calchaquí, El poeta, El promesante, Canción de los horneros, Guitarra dímelo tú, Tierra querida, La viajerita, Lloran las ramas del viento, Huajra, Cruz del sur, Adiós Tucumán, La estancia vieja, Caminito español, Las preguntitas, Los hermanos, La colorada, Pago viejo, Nostalgias tucumanas, etc., etc.
APUNTES BIOGRAFICOS
Nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Pergamino. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero. Durante la adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre y por el cual todos lo hemos conocido: Atahualpa Yupanqui.
Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos: "En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes 'muy de antes' ..." ("El canto del viento", I ).
Los primeros años de su infancia transcurren en Roca, pueblo de la provincia de Buenos Aires donde su padre trabaja en el ferrocarril.
Allí sus días transcurren entre los asombros y revelaciones que le brinda la vida rural y el maravilloso descubrimiento del mundo de la música, al que se acerca a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras: "... mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (...) Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" ("El canto del viento", I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación. Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos.
"Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma, y ya no habría otro mundo que ése: ¡ La Guitarra !. "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡ La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre !" ("El canto del viento", II).
Cuenta con 9 años cuando su familia viaja al Tucumán, provincia a la que volverá repetidas veces a lo largo de su vida, y a la cual lo une un profundo afecto. En el terreno musical, describe este lugar como "el reino de las zambas más lindas de la tierra". Muchas canciones suyas han sido dedicadas al Tucumán o han evocado su gente y sus parajes: la famosísima "Luna tucumana", "Nostalgias tucumanas", "Adiós Tucumán", "Zamba del grillo", "La tucumanita", "La pobrecita", "La raqueña", etc.
Durante su adolescencia regresa a la provincia de Buenos Aires, a Junín. A partir de los 18 años inicia un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Como señala Felix Luna, durante mucho tiempo resulta imposible seguir en detalle su itinerario: "Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar" ("Atahualpa Yupanqui", pág. 36).
En esos años de adolescencia y juventud, además de su trabajo como músico, se desempeña en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista.
También fue común, durante esos primeros años, que recorriera junto con un amigo distintos pueblos del interior proyectando películas en una sábana que utilizaban como pantalla. Terminada la película, venía el concierto de guitarra a cargo de Atahualpa.
Por esas vueltas que tiene la vida, encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodriguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Escuchemos el doloroso relato de Yupanqui: "Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !. ¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche! El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una semblanza del maestro. De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso. (...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia" ("El canto del viento", IV).
Hacia fines de la década del '30 comienza a efectuar sus primeras grabaciones difundiendo, también, su propio cancionero. Registra así, para el sello RCA Victor numerosos cantos y danzas, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", "Kaluyo de Huascar", "Viento, viento", "Camino de los valles", "Cañada Honda", "La viajerita", "La raqueña", etc. (Fernando Boasso - "Tierra que anda ..." , pág. 42/43).
En la década del '40 suma a su actividad como compositor e intérprete la de escritor, publicando sus dos primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943. Más adelante publica la novela "Cerro Bayo", en la que luego se basaría el guión de la película "Horizontes de Piedra".
Continúan sus grabaciones: "Viene clareando", "Hui jo jo", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "Chilca Juliana", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio", entre otras, van cimentando su fama y su prestigio en todo el país.
En 1945 se afilia al Partido Comunista, vínculo que mantendrá hasta el año 1952, fecha en que renuncia al mismo retomando una posición política independiente. Esta afiliación y su actitud crítica ante el gobierno peronista le valdrán un silenciamiento forzoso durante todos esos años. Sus actuaciones fueron prohibidas, no participó en programas radiales, sus grabaciones se interrumpen desde 1947 hasta 1953. Tampoco se permitía la interpretación de sus temas por otros artistas.
Es detenido y encarcelado en ocho oportunidades.
Comienzan en estos años sus retiros en la localidad de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, donde levanta su casa, y sus viajes por Europa donde obtendrá un reconocimiento excepcional. En 1949 actúa en distintos países de la órbita comunista: Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Recala luego en París, donde se vincula con distintos artistas e intelectuales del momento. Conoce a Edith Piaf quien queda impresionada con su arte y lo invita a participar en sus propios recitales ante el público parisino, en los que obtiene un resonante éxito. En 1950 obtiene el premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco folklórico del año.
A partir de 1953 se levanta su proscripción y vuelve a grabar en forma sostenida: "Tierra querida", "Chacarera de las piedras", "Recuerdos del Portezuelo", "La Tucumanita", "Indiecito dormido", "Lloran las ramas del viento", "La humilde", "Le tengo rabia al silencio", "Luna Tucumana", etc., etc.
Retoma, también, sus actuaciones en Buenos Aires y el interior del país.
En la década del '60 además de sus giras de concierto por Europa, comienza a actuar en el Japón, donde nuevamente obtiene un profundo reconocimiento. Continúa con sus grabaciones: "Los ejes de mi carreta", "Sin caballo y en Montiel", "La alabanza", "Cantor del sur", "El árbol que tu olvidaste", "El payador perseguido" entre muchos otros títulos. Edita, asimismo, uno de sus libros más importantes: "El canto del viento".
En 1967 obtiene el Premio del Festival de Cosquín y en 1968 y 1969 el Premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco extranjero.
De aquí en adelante el reconocimiento de su propio país, América y Europa se ve plasmado en una serie de premios y homenajes: El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) es bautizado con su nombre (1972); es nombrado ciudadano ilustre en el estado de Vera Cruz, México (1973); es condecorado por el gobierno de Venezuela (1978); es nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia (1979); recibe el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la O.E.A. (1983); recibe el Premio Konex de Platino como autor de folklore (1985); Premio "Caballero de las Artes y Letras" del Ministerio de Cultura de Francia (1986); Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (1990); Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires (1991).
Recomiendo consultar el libro de Fernando Boasso quien incorpora una extensa lista de premios y distinciones recibidos por el artista. Aquí sólo se han citado algunos ("Tierra que anda ...", pag. 183/185).
Compone en París dos cantatas con música de compositores argentinos: "El sacrificio de Tupac-Amaru" (1971) con música de Enzo Gieco y Raúl Maldonado; y "La Palabra Sagrada" (1989) con música de Juan José Mosalini y Enzo Gieco.
Para completar esta sucinta enunciación de sus obras, cabe recordar aquí sus últimos libros: "Guitarra", "El payador perseguido", "Del algarrobo al cerezo" y "La capataza".
A fines de los '80 concreta la creación de la "Fundación Yupanqui". Cuenta Fernando Boasso: "Por 1987 Don Ata va ultimando los detalles para una fundación, que se concretará en 1989, como Fundación Yupanqui. Declara a 'Clarín' (17 de mayo de 1987): 'Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tengo muchas expectativas de todo esto. Tal vez, cuando yo no esté en el mundo, ese modesto centro centro de ideas continuará de algún modo con mis ideas, con mis afectos'. (...)'Lo pensamos con mi amigo, el investigador Rex González. Tenía cosas muy valiosas, iba a causar muchos problemas para el hijo tener que conservarlas. Y entonces dejé para la Fundación mi casa de Cerro Colorado. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo...' ". ("Tierra que anda ...", pág. 111).
Encontrará Ud., en más de una oportunidad, la firma de "Pablo del Cerro" en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui. Se trata del seudónimo artístico de quien fue su esposa: Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones.
Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
LECTURAS RECOMENDADAS
"EL CANTO DEL VIENTO" - Atahualpa Yupanqui - Ediciones Siglo Veinte, 1988 -Recuerdos de infancia y juventud, evocación de distintas provincias argentinas y de sus personajes y músicos, relatos y poemas, pero sobrevolando todo esto, una profunda definición estética. La demarcación precisa de un camino y de una búsqueda constante a lo largo de toda su vida. Una lectura trascendental para todos aquellos que quieran adentrarse en el universo de Yupanqui y también para quienes quieran definir su rumbo dentro de la música folklórica argentina.
"TIERRA QUE ANDA - ATAHUALPA YUPANQUI - HISTORIA DE UN TROVADOR" - Fernando Boasso - Ed. Corregidor, 1993.Una reseña de su vida basada en los escritos y canciones de Yupanqui y en una amplia colección de artículos periodísticos y reportajes. Sus nueve capítulos: Tierra querida - Tierra que anda - Caminos del Trovador - Cerro Colorado - Cada canción, una historia - Pablo del Cerro - El hombre y la obra - Los grandes temas - Premios y distinciones.
"ATAHUALPA YUPANQUI" - Felix Luna - Colección Los Juglares, Ediciones Jucar, 1974.Más sintético que el anterior, brinda una rápida aproximación a la figura de Yupanqui. Incluye un cancionero básico.
"ATAHUALPA YUPANQUI, EL CANTO DE LA PATRIA PROFUNDA" - Norberto Galasso - Ediciones del Pensamiento Nacional - Colección Los Malditos (Colihue), 1992.
"ATAHUALPA YUPANQUI-CUCHI LEGUIZAMON" - José Tcherkaski - Editorial Galerna, 1984.
:: LEÓN FERRARI
EXPOSICIONES : "L´Ossservatore Romano"
En el 2000 presentó "L´Osservatore Romano", una muestra de collages sobre el diario del Vaticano en los que, consevando los titulares, reemplazaba los textos de sus páginas con diversas imágenes que ilustraban aquellos títulos.
En el 2000 presentó "L´Osservatore Romano", una muestra de collages sobre el diario del Vaticano en los que, consevando los titulares, reemplazaba los textos de sus páginas con diversas imágenes que ilustraban aquellos títulos.
jueves
:: LEÓN FERRARI
OBRAS : "MANIQUIES"
En 1994 realizó una serie de obras con maniquíes sobre los que aplicaba imágenes sagradas y profanas, así como manuscritos de textos bíblicos, poemas de Borges, etc. Un maniquí mujer de acrílico transparente con axolotes, caracoles y peces de colores, se titulaba "Peces de colores y bichos del CONFER". En la muestra "La rebelión de los Gerontes", en 1997, expuso un maniquí similar con una piraña nadando adentro titulado "Inquisición".
En 1994 realizó una serie de obras con maniquíes sobre los que aplicaba imágenes sagradas y profanas, así como manuscritos de textos bíblicos, poemas de Borges, etc. Un maniquí mujer de acrílico transparente con axolotes, caracoles y peces de colores, se titulaba "Peces de colores y bichos del CONFER". En la muestra "La rebelión de los Gerontes", en 1997, expuso un maniquí similar con una piraña nadando adentro titulado "Inquisición".
:: LEÓN FERRARI
EXPOSICIONES : "Escrituras" . Ruth Benzacar
Para la muestra “Escrituras”
Victoria Noorthoorn
25/marzo/2004
El signo ha sido uno con la imagen a lo largo de la historia. Desde Lascaux al siglo veinte el signo continúa denso. Igualmente pautado, impone límites de significación. Y todo el tiempo, desde aquí hasta allí y hasta hoy en día, los artistas esquivan esos límites, se burlan del lenguaje propiamente dicho, lo utilizan para dar forma a las pasiones, para ejercer un efecto no lingüístico sobre la imaginación, la emoción y la vivencia de quien las recibe.[1]
Tal es el caso de León Ferrari, cuyas líneas en esta exposición se suceden como un continuum, sin interrupción, de uno en otro dibujo y en otro más, como si resultasen de una pulsión constante, de una búsqueda que no encuentra reparo, de una búsqueda que se burla, se sonríe, guiña, critica, escribe, se retuerce, respira, toma forma y claridad para luego enmarañarse de nuevo, confundir de nuevo, proponer de nuevo.
Puede hacerse un juicio estético sobre una obra constantemente inconclusa? No, porque bastará que a ella se acerque un par de ojos tiernos o doloridos o luminosos para que el resplandor repare el daño la herida el error.[2]
Porque estos dibujos son anhelos y respuestas a cambiantes circunstancias, tanto del artista como de nuestra Argentina. A veces abstractos sin intención política alguna, a veces cargados de críticas puntuales, estos rectángulos dan cuenta de un intento de acercarse a la verdad, hazaña imposible, y de allí su incompletud, su error.
Se trata de un recorrido claro. Las esculturas de alambres, “dibujos aéreos”[3] de 1960 y 1961, echan raíces en 1962 en el ámbito del papel, ese “marco anónimo humilde y callado que se retira se esconde para que el contenido quede desnudo y visible.”[4] Esta línea construye espacios conflictivos anudados, madejas abstractas que gradualmente se van ordenando, proponiendo ritmos cercanos a los tocados por la escritura. Luego aparece el salto. La palabra “Escritura” es el título, o la firma, de un juego de líneas que simulan pero no significan. Rectas, sólo evocan conflicto. Luego se embriagan. Las casi-letras asoman, simulan un sentido sólo para confesarse impotentes chacotas al proponerse como “Cartas a un General”. (Su abstracción probablemente confiesa la imposibilidad de siquiera ejercer tal aventura, pues cómo dirigirse cara a cara a quien en ese momento personifica a un poder desmesurado?)[5] Y simultáneamente, se perfila en Ferrari una profunda crítica a la vanguardia del momento en la Argentina, a ese artista que no se enfrenta al gusto cambiante y camaleónico de una burguesía consumidora que absorbe hasta el insulto con tal de que se lo denomine “arte”. Ferrari realiza entonces en 1964 su obra seminal Cuadro escrito, a través de la cual se burla de una elite con polainas al tiempo que demanda un compromiso en la lectura. Es una obra que se opone al conceptualismo rígido tautológico norteamericano, pues se encarga de un significado, y lo hace volcando afecto y subjetividad sobre la obra a través de caligrafías contorneadas cual carcajadas, o mimos. El artista se expone, y así invita una respuesta en el otro, en el espectador.
Los manuscritos de esos años toman cuerpo y se suceden recurriendo al humor y convirtiendo a sus contenidos en grotescas proposiciones. Y las denuncias in crescendo se materializan en obras y acciones políticas hoy históricas, como La civilización occidental y cristiana (1965), Palabras ajenas (1966-1967) y Tucumán arde (1968).[6]
La instauración del gobierno militar en 1976 determina el exilio de Ferrari en San Pablo, donde el artista retoma sus esculturas de metal e incurre tanto en nuevas técnicas como en el ámbito del dibujo. La línea nuevamente se desfigura, se burla. La escritura es mera referencia ante la clara imposibilidad de leer, de otorgar significación posible de ser aprehendida ante la magnitud de violencia en derredor. Son los años, también, de sus heliografías con Letraset, donde infinidad de hombres en automático siguen a ciegas los designios de poderes invisibles, que los mantienen sometidos, separados, y así más frágiles, más indefensos. Mientras, se construye la falacia de una democratización del mundo.
Llega la democracia y con ella, la creación de obras de mensaje denso, que recorren los años por venir en paralelo a otras más poéticas, con las cuales Ferrari descansa o se regocija. Entre las primeras, surgen nuevas formas para nuevos o viejos significados. Por ejemplo, en 1985 palomas defecan sobre los Juicios Finales de los más grandes pintores de Occidente, y desde 1986 sus collages “releen” a la Biblia, entre otros. Luego, hacia el final de la década, se discute el indulto. Ferrari, quizás no intencionalmente, responde a una situación de olvido con su serie “Errores”, de 1991. Trazos repetitivos, homogéneos, se niegan unos a otros una y otra vez, en estado de desesperanza, de vivir un sin sentido. No hay acentos, no hay gesto pasional más allá de la repetición anulante, descreída. Pero a medida que avanzan los 90s, Ferrari sigue denunciando. Critica a la Iglesia y a otras formas de poder político. Critica los excesos, la construcción de una idea del Mal, de una idea del Infierno, critica la misoginia y el antisemitismo presente en los Textos Sagrados. Se pronuncia en contra de la idea de antinomia. Se apropia de las más diversas fuentes: notas de diarios, imágenes de Egon Schiele y de Man Ray, poemas del Antiguo Egipto y de Borges, escrituras en Braille o estampas impresas—que utiliza o bien para dar cuenta de las contradicciones de los discursos del poder, o bien para la realización de obras poéticas.
Se trata de una obra inconclusa, de una vorágine creativa que no puede sino escapar en su riqueza y sarcasmo, su refinamiento y desparpajo, a los límites de este prólogo.
[1] Me interesa rescatar como marco general de aproximación a la obra de Ferrari, el acento puesto sobre la importancia del afecto en el acto comunicacional del tardío Roland Barthes (en Le Plaisir du texte, 1973) y el semiólogo italiano Paolo Fabbri (en su reciente libro La svolta semiotica, 1998). Particularmente, rescato del último su definición de pasión como “el punto de vista de quien es impresionado y transformado con respecto a una acción;” siendo la acción “una interferencia en un estado del mundo capaz de transformarlo”. Para Fabbri, la nueva semiótica puede así pensarse no ya en términos de representaciones conceptuales, sino de actos de sentido, donde el signo es concebido como acción o transformador de situaciones y donde el lenguaje es considerado en su carácter performativo y en la posibilidad de ejercer un efecto sobre otro o pasión. Paolo Fabbri, El giro semiótico (Madrid, Editorial Gedisa S.A., 1999), pp. 61-62.
[2] Cita de la obra de arte postal Flasharte: Nacimiento (1979), texto tipeado sobre papel y luego enviado por correo a 200 personas, modalidad que Ferrari luego describió como “la construcción de una escultura mediante los recorridos de las cartas”. Nacimiento fue uno de los únicos tres Flashartes realizados ese año y fue luego publicado en León Ferrari: Ocho años en Brasil 1976-1984 (Buenos Aires: Arte Nuevo, 1984).
[3] Ya en 1961 Eduardo Barilari se refería a las esculturas en metal con este término. Ver Eduardo Barilari, “León Ferrari,” Caballete no. 11 (Octubre 1961), p. 8.
[4] León Ferrari, “Prismas y Rectángulos” en León Ferrari: Ocho años en Brasil 1976-1984 (Buenos Aires: Arte Nuevo, 1984). Texto escrito por el artista en 1980 para el catálogo de su exposición en el Museu Guido Viaro, en Curitiba, Brasil.
[5] Años más tarde, en octubre de 1995, Ferrari publicó una respuesta al General Bossi, Secretario General del Ejército, que se había quejado por un collage que ilustraba uno de los treinta fascículos de la reedición del libro Nunca Más realizada por Página 12. En su respuesta Ferrari explicaba las razones que lo motivaron a vincular al Ejército Argentino con el nazismo.
[6] La civilización occidental y cristiana (1965) es un ensamblaje de un Cristo de santería crucificado sobre un avión bombardero norteamericano que fue realizado en clara referencia a la guerra de Vietnam. Fue parte del envío de Ferrari al Premio Nacional Di Tella, pero no fue expuesta a pedido del director del Instituto, Jorge Romero Brest. Por su parte, la primera versión de Palabras ajenas fue un collage literario de diversas fuentes (la Biblia, noticias de diarios) editada en mimeógrafo en 1966. La misma proponía paralelismos entre los actos de violencia de Hitler, Johnson y Dios—a ser pronunciados por más de cien personas. Publicado en Buenos Aires en 1967, fue luego llevada al teatro en 1968 por Leopoldo Mahler en Londres con el título Listen Here Now y por Pedro Asquini en Buenos Aires. Por último, Tucumán Arde fue la acción colectiva que en 1968 realizaron un grupo de artistas de Rosario y Buenos Aires para denunciar la situación política, social y económica en la Provincia de Tucumán; y para la cual utilizaron los mecanismos establecidos por los medios masivos de comunicación.
[volver a exposiciones]
Para la muestra “Escrituras”
Victoria Noorthoorn
25/marzo/2004
El signo ha sido uno con la imagen a lo largo de la historia. Desde Lascaux al siglo veinte el signo continúa denso. Igualmente pautado, impone límites de significación. Y todo el tiempo, desde aquí hasta allí y hasta hoy en día, los artistas esquivan esos límites, se burlan del lenguaje propiamente dicho, lo utilizan para dar forma a las pasiones, para ejercer un efecto no lingüístico sobre la imaginación, la emoción y la vivencia de quien las recibe.[1]
Tal es el caso de León Ferrari, cuyas líneas en esta exposición se suceden como un continuum, sin interrupción, de uno en otro dibujo y en otro más, como si resultasen de una pulsión constante, de una búsqueda que no encuentra reparo, de una búsqueda que se burla, se sonríe, guiña, critica, escribe, se retuerce, respira, toma forma y claridad para luego enmarañarse de nuevo, confundir de nuevo, proponer de nuevo.
Puede hacerse un juicio estético sobre una obra constantemente inconclusa? No, porque bastará que a ella se acerque un par de ojos tiernos o doloridos o luminosos para que el resplandor repare el daño la herida el error.[2]
Porque estos dibujos son anhelos y respuestas a cambiantes circunstancias, tanto del artista como de nuestra Argentina. A veces abstractos sin intención política alguna, a veces cargados de críticas puntuales, estos rectángulos dan cuenta de un intento de acercarse a la verdad, hazaña imposible, y de allí su incompletud, su error.
Se trata de un recorrido claro. Las esculturas de alambres, “dibujos aéreos”[3] de 1960 y 1961, echan raíces en 1962 en el ámbito del papel, ese “marco anónimo humilde y callado que se retira se esconde para que el contenido quede desnudo y visible.”[4] Esta línea construye espacios conflictivos anudados, madejas abstractas que gradualmente se van ordenando, proponiendo ritmos cercanos a los tocados por la escritura. Luego aparece el salto. La palabra “Escritura” es el título, o la firma, de un juego de líneas que simulan pero no significan. Rectas, sólo evocan conflicto. Luego se embriagan. Las casi-letras asoman, simulan un sentido sólo para confesarse impotentes chacotas al proponerse como “Cartas a un General”. (Su abstracción probablemente confiesa la imposibilidad de siquiera ejercer tal aventura, pues cómo dirigirse cara a cara a quien en ese momento personifica a un poder desmesurado?)[5] Y simultáneamente, se perfila en Ferrari una profunda crítica a la vanguardia del momento en la Argentina, a ese artista que no se enfrenta al gusto cambiante y camaleónico de una burguesía consumidora que absorbe hasta el insulto con tal de que se lo denomine “arte”. Ferrari realiza entonces en 1964 su obra seminal Cuadro escrito, a través de la cual se burla de una elite con polainas al tiempo que demanda un compromiso en la lectura. Es una obra que se opone al conceptualismo rígido tautológico norteamericano, pues se encarga de un significado, y lo hace volcando afecto y subjetividad sobre la obra a través de caligrafías contorneadas cual carcajadas, o mimos. El artista se expone, y así invita una respuesta en el otro, en el espectador.
Los manuscritos de esos años toman cuerpo y se suceden recurriendo al humor y convirtiendo a sus contenidos en grotescas proposiciones. Y las denuncias in crescendo se materializan en obras y acciones políticas hoy históricas, como La civilización occidental y cristiana (1965), Palabras ajenas (1966-1967) y Tucumán arde (1968).[6]
La instauración del gobierno militar en 1976 determina el exilio de Ferrari en San Pablo, donde el artista retoma sus esculturas de metal e incurre tanto en nuevas técnicas como en el ámbito del dibujo. La línea nuevamente se desfigura, se burla. La escritura es mera referencia ante la clara imposibilidad de leer, de otorgar significación posible de ser aprehendida ante la magnitud de violencia en derredor. Son los años, también, de sus heliografías con Letraset, donde infinidad de hombres en automático siguen a ciegas los designios de poderes invisibles, que los mantienen sometidos, separados, y así más frágiles, más indefensos. Mientras, se construye la falacia de una democratización del mundo.
Llega la democracia y con ella, la creación de obras de mensaje denso, que recorren los años por venir en paralelo a otras más poéticas, con las cuales Ferrari descansa o se regocija. Entre las primeras, surgen nuevas formas para nuevos o viejos significados. Por ejemplo, en 1985 palomas defecan sobre los Juicios Finales de los más grandes pintores de Occidente, y desde 1986 sus collages “releen” a la Biblia, entre otros. Luego, hacia el final de la década, se discute el indulto. Ferrari, quizás no intencionalmente, responde a una situación de olvido con su serie “Errores”, de 1991. Trazos repetitivos, homogéneos, se niegan unos a otros una y otra vez, en estado de desesperanza, de vivir un sin sentido. No hay acentos, no hay gesto pasional más allá de la repetición anulante, descreída. Pero a medida que avanzan los 90s, Ferrari sigue denunciando. Critica a la Iglesia y a otras formas de poder político. Critica los excesos, la construcción de una idea del Mal, de una idea del Infierno, critica la misoginia y el antisemitismo presente en los Textos Sagrados. Se pronuncia en contra de la idea de antinomia. Se apropia de las más diversas fuentes: notas de diarios, imágenes de Egon Schiele y de Man Ray, poemas del Antiguo Egipto y de Borges, escrituras en Braille o estampas impresas—que utiliza o bien para dar cuenta de las contradicciones de los discursos del poder, o bien para la realización de obras poéticas.
Se trata de una obra inconclusa, de una vorágine creativa que no puede sino escapar en su riqueza y sarcasmo, su refinamiento y desparpajo, a los límites de este prólogo.
[1] Me interesa rescatar como marco general de aproximación a la obra de Ferrari, el acento puesto sobre la importancia del afecto en el acto comunicacional del tardío Roland Barthes (en Le Plaisir du texte, 1973) y el semiólogo italiano Paolo Fabbri (en su reciente libro La svolta semiotica, 1998). Particularmente, rescato del último su definición de pasión como “el punto de vista de quien es impresionado y transformado con respecto a una acción;” siendo la acción “una interferencia en un estado del mundo capaz de transformarlo”. Para Fabbri, la nueva semiótica puede así pensarse no ya en términos de representaciones conceptuales, sino de actos de sentido, donde el signo es concebido como acción o transformador de situaciones y donde el lenguaje es considerado en su carácter performativo y en la posibilidad de ejercer un efecto sobre otro o pasión. Paolo Fabbri, El giro semiótico (Madrid, Editorial Gedisa S.A., 1999), pp. 61-62.
[2] Cita de la obra de arte postal Flasharte: Nacimiento (1979), texto tipeado sobre papel y luego enviado por correo a 200 personas, modalidad que Ferrari luego describió como “la construcción de una escultura mediante los recorridos de las cartas”. Nacimiento fue uno de los únicos tres Flashartes realizados ese año y fue luego publicado en León Ferrari: Ocho años en Brasil 1976-1984 (Buenos Aires: Arte Nuevo, 1984).
[3] Ya en 1961 Eduardo Barilari se refería a las esculturas en metal con este término. Ver Eduardo Barilari, “León Ferrari,” Caballete no. 11 (Octubre 1961), p. 8.
[4] León Ferrari, “Prismas y Rectángulos” en León Ferrari: Ocho años en Brasil 1976-1984 (Buenos Aires: Arte Nuevo, 1984). Texto escrito por el artista en 1980 para el catálogo de su exposición en el Museu Guido Viaro, en Curitiba, Brasil.
[5] Años más tarde, en octubre de 1995, Ferrari publicó una respuesta al General Bossi, Secretario General del Ejército, que se había quejado por un collage que ilustraba uno de los treinta fascículos de la reedición del libro Nunca Más realizada por Página 12. En su respuesta Ferrari explicaba las razones que lo motivaron a vincular al Ejército Argentino con el nazismo.
[6] La civilización occidental y cristiana (1965) es un ensamblaje de un Cristo de santería crucificado sobre un avión bombardero norteamericano que fue realizado en clara referencia a la guerra de Vietnam. Fue parte del envío de Ferrari al Premio Nacional Di Tella, pero no fue expuesta a pedido del director del Instituto, Jorge Romero Brest. Por su parte, la primera versión de Palabras ajenas fue un collage literario de diversas fuentes (la Biblia, noticias de diarios) editada en mimeógrafo en 1966. La misma proponía paralelismos entre los actos de violencia de Hitler, Johnson y Dios—a ser pronunciados por más de cien personas. Publicado en Buenos Aires en 1967, fue luego llevada al teatro en 1968 por Leopoldo Mahler en Londres con el título Listen Here Now y por Pedro Asquini en Buenos Aires. Por último, Tucumán Arde fue la acción colectiva que en 1968 realizaron un grupo de artistas de Rosario y Buenos Aires para denunciar la situación política, social y económica en la Provincia de Tucumán; y para la cual utilizaron los mecanismos establecidos por los medios masivos de comunicación.
[volver a exposiciones]
:: LEÓN FERRARI
EXPOSICIONES : "Brailles"
En 1997 realizó dos series de " Brailles": poemas de amor de Borges escritos en Braille sobre desnudos de Man Ray, Ferdinando Scianna y Tatiano Maiore, y versículos bíblicos escritos en Braille sobre imágenes religiosas, noticias periodísticas y publicaciones de la ONU y de la Iglesia, vinculando el antisemitismo contemporáneo con el antijudaísmo de Jesús, la discriminación a homosexuales con el incendio de Sodoma y el hambre y la miseria con las bienaventurazas evangélicas.
Forma parte del CIHABAPAI (Club de ímpios, herejes, apóstatas, blasfemos, ateos, agnósticos e infieles) que en 1997 envió una carta al Papa, firmada por 150 artistas e escritores, en la que se le solicita la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad. En el 2001 el CIHABAPAI remitió una segunda carta a Juan Pablo II con centenares de firmas, solicitando el desalojo y demolición del infierno.
En 1997 realizó dos series de " Brailles": poemas de amor de Borges escritos en Braille sobre desnudos de Man Ray, Ferdinando Scianna y Tatiano Maiore, y versículos bíblicos escritos en Braille sobre imágenes religiosas, noticias periodísticas y publicaciones de la ONU y de la Iglesia, vinculando el antisemitismo contemporáneo con el antijudaísmo de Jesús, la discriminación a homosexuales con el incendio de Sodoma y el hambre y la miseria con las bienaventurazas evangélicas.
Forma parte del CIHABAPAI (Club de ímpios, herejes, apóstatas, blasfemos, ateos, agnósticos e infieles) que en 1997 envió una carta al Papa, firmada por 150 artistas e escritores, en la que se le solicita la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad. En el 2001 el CIHABAPAI remitió una segunda carta a Juan Pablo II con centenares de firmas, solicitando el desalojo y demolición del infierno.
:: LEÓN FERRARI
UNA PINCELADA BIOGRAFICA
León Ferrari nació en Buenos Aires en 1920. Autodidacta. Comenzó a hacer arte en 1955 con diversos materiales: cerámica, yeso, cemento, madera y alambres de acero inoxidable. Por razones políticas abandonó el país en 1976 y se radicó en San Pablo, Brasil, donde retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto, libro de artista, etc. Desde 1991 vuelve a residir en Buenos Aires donde continúa haciendo arte sobre el cristianismo y también pasteles y dibujos sobre lo que Noé Jitrik llama la arqueología del signo. En 1998 el Diario de Poesía publicó La bondadosa Crueldad, colección de poemas que editó Argonauta próximamente. Escribió algunas notas para Página/12 y otros periódicos. En el año 2000 realizó la muestra "Infiernos e idolatrías" en el ICI Centro Cultural de España, contra las torturas humanas y divinas. En una sala expuso 40 reproducciones de infiernos famosos (Miguel Angel, Giotto, Bosco, etc) y en otra inventó o copió formas de torturas cristianas pero aplicándolas a Vírgenes, Sagrados Corazones y santos de yeso. La muestra originó reacciones en grupos católicos que instalaron una suerte de altar en las puertas del ICI y en medio de banderas y estandartes rezaron el rosario y arrojaron basura, pintura y una granada de gases lacrimógenos en el interior del local. En el 2001 presentó en la galería Sylvia Vesco 30 collages con el diario "L’Osservatore Romano" y un libro con esas imágenes.
Muestras personales
Galleria "Cairola", 30, Milán, 1955.Galatea, Buenos Aires, 1960. (Título: "Esculturas")Van Riel, Buenos Aires, 1961.Galería Antígona, Buenos Aires, 1962. (Título: "Alambres y Dibujos")Gallería Pater, Milano, 1962.Lirolay, Buenos Aires, 1964. (título: "Escrituras, alambres y manos") Pinacoteca do Estado, San Pablo, Brasil. 1978. Gabinete de Artes Gráficas, San Pablo, 1979.Pinacoteca do Estado, San Pablo, Brasil, 1980.. (título "Percanta, esculturas sonoras")Museo de Arte Moderno, San Pablo, Brasil. 1980. (título "A Arte de León Ferrari") Museo Guido Viaro, Curitiba, Brasil, de 1980. (Título: "esculturas, xerografías, heliografías, desenhos, gravuras e livros")Museo Carrillo Gil, México DF, 1982. (título: "Planos, heliografías y fotocopias"). Museo de Arte Moderno, Rio de Janeiro, 1982.. (Título: "Prismas e retângulos") Casa de las Américas, La Habana, 1983.Humberto Tecidos, San Pablo, Brasil, (título: "León Ferrari Hoje").Arte Nuevo, Buenos Aires, Buenos Aires, 1984. (título: "León Ferrari: Ocho años en Brasil")Suzanna Sassoun, , San Pablo, 1984. (Título: Desenhos).Susanna Sassoun, San Pablo, 1985.Galería Papier, San Pablo, Brasil, 1986. II Bienal de La Habana, Centro Wilfredo Lam, muestra personal de collages del libro "Parahereges", 1986.Franklin Furnace, New York, 1987. (Título: "Heretic Chapel by León Ferrari). UCLA Art Library, University of California, Los Angeles, California 90024, USA, 1988. Arte Nuevo, Buenos Aires, 1988. ( Título: "Relectura de la Biblia").Museo Sívori, Buenos Aires, 1989. (Retrospectiva).Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1989.. (Título: "Quinto Centenario de la Inquisición")Alvaro Castagnino, Buenos Aires, 1991. (Título: "Escrituras y Esculturas de L.F.")Espacio Giesso, Buenos Aires, 11 al 28 de junio de 1992. (Título: "Sobre Justicias y Preservativos") Espacio Rozarte, Entre Ríos 861, Rosario, Argentina, 1994. (Título: "León Ferrari 60-70-80-90) Filo, San Martín 975, Buenos Aires, 1994. ( Título: "Cristos y Maniquíes") Arcimboldo 1997, Reconquista 870, Buenos AiresFilo, San Martín 975, Buenos Aires, 1998. ( Título: "Escrituras 1962-1998") Centro de Arte Moderno de Quilmes, 1998 CeDInCI, ("Nunca Más" y "Nosotros no sabíamos"), Buenos Aires, 1998Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, 1999ICI, "Infiernos e Idolatrías, 2000L’osservatore romano, Sylvia Vesco, 2001
León Ferrari nació en Buenos Aires en 1920. Autodidacta. Comenzó a hacer arte en 1955 con diversos materiales: cerámica, yeso, cemento, madera y alambres de acero inoxidable. Por razones políticas abandonó el país en 1976 y se radicó en San Pablo, Brasil, donde retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto, libro de artista, etc. Desde 1991 vuelve a residir en Buenos Aires donde continúa haciendo arte sobre el cristianismo y también pasteles y dibujos sobre lo que Noé Jitrik llama la arqueología del signo. En 1998 el Diario de Poesía publicó La bondadosa Crueldad, colección de poemas que editó Argonauta próximamente. Escribió algunas notas para Página/12 y otros periódicos. En el año 2000 realizó la muestra "Infiernos e idolatrías" en el ICI Centro Cultural de España, contra las torturas humanas y divinas. En una sala expuso 40 reproducciones de infiernos famosos (Miguel Angel, Giotto, Bosco, etc) y en otra inventó o copió formas de torturas cristianas pero aplicándolas a Vírgenes, Sagrados Corazones y santos de yeso. La muestra originó reacciones en grupos católicos que instalaron una suerte de altar en las puertas del ICI y en medio de banderas y estandartes rezaron el rosario y arrojaron basura, pintura y una granada de gases lacrimógenos en el interior del local. En el 2001 presentó en la galería Sylvia Vesco 30 collages con el diario "L’Osservatore Romano" y un libro con esas imágenes.
Muestras personales
Galleria "Cairola", 30, Milán, 1955.Galatea, Buenos Aires, 1960. (Título: "Esculturas")Van Riel, Buenos Aires, 1961.Galería Antígona, Buenos Aires, 1962. (Título: "Alambres y Dibujos")Gallería Pater, Milano, 1962.Lirolay, Buenos Aires, 1964. (título: "Escrituras, alambres y manos") Pinacoteca do Estado, San Pablo, Brasil. 1978. Gabinete de Artes Gráficas, San Pablo, 1979.Pinacoteca do Estado, San Pablo, Brasil, 1980.. (título "Percanta, esculturas sonoras")Museo de Arte Moderno, San Pablo, Brasil. 1980. (título "A Arte de León Ferrari") Museo Guido Viaro, Curitiba, Brasil, de 1980. (Título: "esculturas, xerografías, heliografías, desenhos, gravuras e livros")Museo Carrillo Gil, México DF, 1982. (título: "Planos, heliografías y fotocopias"). Museo de Arte Moderno, Rio de Janeiro, 1982.. (Título: "Prismas e retângulos") Casa de las Américas, La Habana, 1983.Humberto Tecidos, San Pablo, Brasil, (título: "León Ferrari Hoje").Arte Nuevo, Buenos Aires, Buenos Aires, 1984. (título: "León Ferrari: Ocho años en Brasil")Suzanna Sassoun, , San Pablo, 1984. (Título: Desenhos).Susanna Sassoun, San Pablo, 1985.Galería Papier, San Pablo, Brasil, 1986. II Bienal de La Habana, Centro Wilfredo Lam, muestra personal de collages del libro "Parahereges", 1986.Franklin Furnace, New York, 1987. (Título: "Heretic Chapel by León Ferrari). UCLA Art Library, University of California, Los Angeles, California 90024, USA, 1988. Arte Nuevo, Buenos Aires, 1988. ( Título: "Relectura de la Biblia").Museo Sívori, Buenos Aires, 1989. (Retrospectiva).Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1989.. (Título: "Quinto Centenario de la Inquisición")Alvaro Castagnino, Buenos Aires, 1991. (Título: "Escrituras y Esculturas de L.F.")Espacio Giesso, Buenos Aires, 11 al 28 de junio de 1992. (Título: "Sobre Justicias y Preservativos") Espacio Rozarte, Entre Ríos 861, Rosario, Argentina, 1994. (Título: "León Ferrari 60-70-80-90) Filo, San Martín 975, Buenos Aires, 1994. ( Título: "Cristos y Maniquíes") Arcimboldo 1997, Reconquista 870, Buenos AiresFilo, San Martín 975, Buenos Aires, 1998. ( Título: "Escrituras 1962-1998") Centro de Arte Moderno de Quilmes, 1998 CeDInCI, ("Nunca Más" y "Nosotros no sabíamos"), Buenos Aires, 1998Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, 1999ICI, "Infiernos e Idolatrías, 2000L’osservatore romano, Sylvia Vesco, 2001
:: ARIEL RAMIREZ
En Ariel Ramírez se resumen las cualidades de un artista que, fiel a las raíces y valores culturales de su pueblo, conformó una trayectoria creativa que le permitió trascender el ámbito de su país de origen -nació en Santa Fe, ciudad del Litoral de la Argentina, el 4 de setiembre de 1921-, para convertirse en un pianista y compositor de notable reconocimiento universal.
Cuarto entre los seis hermanos nacidos del matrimonio entre doña Rosa Blanca Servetti y don Zenón Ramírez (maestro, periodista y escritor), Ariel estudió piano en su ciudad natal y, luego de obtener su título de maestro de escuela, ya convencido de que su futuro estaría destinado a expresar musicalmente las vivencias del hombre del interior de su país, buscó familiarizarse con las manifestaciones de instrumentistas y cantores populares. Fue crucial en su elección la visita a la Escuela Normal de Santa Fe de un inspector de Música, dueño de un elegante estilo pianístico, llamado Arturo Schianca, incansable difusor del repertorio sureño.
Radicado en Córdoba, al amparo de sus amigos estudiantes tucumanos Chonchón y Raúl Mothe, conoció a Atahualpa Yupanqui quien lo impulsó a conocer el noroeste; así a partir de 1941 viajó por las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy. Vivió varios meses en Humahuaca, donde recibió una fecunda orientación del Dr. Justiniano Torres Aparicio, músico y conocedor de la cultura nacional. También estuvo radicado un tiempo en la región cuyana, principalmente en Mendoza.
Hacia 1943, iniciada ya su carrera de intérprete de un variado repertorio pianístico basado en la música folklórica sudamericana, se presenta como solista de piano en Buenos Aires en conciertos y filmaciones, como así también integrando ciclos de emisiones radiales de arte nacional, especialmente a través de Radio El Mundo. Su participación es asimismo requerida por las compañías grabadoras de discos, y es RCA Víctor la que imprime, en 1946, sus primeras placas en 78 r.p.m. con sus obras La tristecita (zamba), Purmamarca (bailecito) y Malambo: "lo más puro de mi creación", según ha observado el propio Ramírez. Su vinculación con la mencionada compañía se extiende hasta 1956, con 21 discos dobles grabados.
Al conocimiento de los secretos de la creación popular, de sus estructuras rítmicas y el espíritu de su lenguaje melódico, sumó Ariel Ramírez el invalorable apoyo del estudio académico de la música: en el Conservatorio Nacional, donde recibe durante un año lecciones de técnica pianística y estudios de composición a través de las lecciones del maestro Luis Gianneo. El novel compositor pronto alcanzó el grado de madurez expresiva que le permitió lograr una serie de notables creaciones que de inmediato se popularizaron en el territorio argentino y en los países vecinos.
En 1950 realiza su primer viaje a Europa. Radicado en Roma, mayormente en el "Istituto Italo-Argentino per gli Scambi Culturali ed Artistici", durante cuatro años se presenta como intérprete de la música argentina y sudamericana en salas de concierto de las Universidades de Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht y Amsterdam; también actuó como invitado por la Cameratta Musicale Romana en el Palacio Marignolli y ofreció recitales en la Sala Brahms y la Academia de Música de Viena, la Musikhalle de Hamburgo, el Ateneo de Madrid, el Withmore Hall y la BBC de Londres, también en Radio Vaticano donde fue recibido, luego de su concierto, por su Santidad, el Papa Pío XII. Durante 1951, radicado en Madrid, fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para efectuar estudios sobre la música de tradición oral española.
Al volver del viejo continente, luego de realizar varios conciertos en ciudades argentinas, se establece en Lima (Perú), a partir de 1954, donde recibe el honor de ser nombrado miembro del Instituto Sanmartiniano de Perú. En las reuniones de pintores, escritores y músicos peruanos que organizaba una notable pianista y compositora limeña, Rosa Mercedes de Morales, asimiló las cadencias y ritmos de la música folklórica local; durante ese período continúa con sus presentaciones en varias capitales sudamericanas. De la organización de estos conciertos se ocupaba Miguel Brascó, amigos desde entonces, se convertirá en uno de sus más frecuentes colaboradores; la calidad de sus textos ha significado un valioso aporte a las canciones creadas por Ramírez.
En 1955 regresa a la Argentina y emprende la tarea de organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez con la cual recorre innumerables escenarios del interior del país durante más de dos décadas. En su etapa inicial convoca a intérpretes que representaban lo más puro de las expresiones musicales vernáculas, tales como el conjunto vocal Los Fronterizos y el magistral charanguista boliviano Mauro Núñez.
Dijo Carlos Vega, eminente musicólogo argentino: "Ariel Ramírez, celebrado pianista y compositor nativo, parece haber entendido muy bien que la danza natural es, sin más, un bello espectáculo. Sobre la pura base de las formas rurales, sin alterar las estructuras tradicionales (salvo lo indispensable para su adecuación a la escena) Ariel Ramírez, ha creado para su Compañía de Folklore un programa en que la destreza de los bailarines, la calidad de la música y la excelencia y propiedad de los trajes y el vistoso manejo de las luces, se unifican para ofrecer al espectador una profunda nota de arte depurada por la mesura y el buen gusto. La intensa labor de difusión que su conjunto desarrolla por el interior presta el mejor servicio al conocimiento de las tradiciones argentinas".
También proyectó esa labor en el exterior y en ese sentido, merece destacarse la gira que los veinte integrantes de la Compañía realizaron durante cinco meses, en 1957, visitando las principales ciudades de la Unión Soviética (Moscú, Bacú, Tbilisi, Kishinov, Sochi y Erevan), de Polonia Varsovia (Warjzawa), Bialistok (Bialystock), Dancing (Gdansk), Radom, Rzeszow, Crakovia (Krakow), Oswiecim, Katoviche (Katowice), de Checoslovaquia (Praga, Ostrava y Pilsen).
La Compañía, liderada por Ramírez dio la posibilidad de iniciarse en sus respectivas carreras a numerosos valores trascendentes del arte folklórico de los últimos cuarenta años.
Durante esa etapa su labor compositiva se enriquece con temas como Los inundados, Volveré siempre a San Juan, La última palabra, La equívoca, El Charrúa, Allá lejos y hace tiempo, Cuatro rumbos y El Paraná en una zamba. Paralelamente reinicia sus estudios de composición con el maestro Erwin Leuchter, que continúa durante la década de 1960.
A partir de 1961 la empresa discográfica Philips lo cuenta entre sus más destacados artistas, ya que impulsa la realización de una serie de obras cuyas innovaciones amplían la temática y las formas de la canción tradicional. Inicia sus grabaciones en dicha empresa con un "long play" integrado por una completa muestra de danzas de las distintas regiones del país; algunos temas tradicionales, con arreglos del propio Ramírez y otros de su autoría. En cada disco se observa un trabajo muy serio de análisis y selección de los materiales, como asimismo una marcada vocación por dar a conocer la riqueza musical de cada ámbito musical, en este sentido ofrece series como La Pampa y El Litoral. Siguiendo la misma línea selecciona las más exquisitas composiciones de tres de las más representativas especies de la música argentina: la Zamba, el Vals criollo y el Tango. En su constante labor creativa busca nuevas sonoridades y experiencias personales enriquecedoras, así integra exitosos elencos con notables artistas, tal es el caso de Eduardo Falú, Los Fronterizos, El Conjunto Ritmus (director: Antonio Yepes), Jaime Torres, León Jacobson, Lolita Torres y Mercedes Sosa. También incursionó en la cinematografía, al producir bandas sonoras para algunas películas de los directores argentinos Leopoldo Torre Nilsson, Fernando Ayala y Héctor Olivera y en otros medios como Luz y Sonido en la Quinta Pueyrredón, con libro de Victoria Ocampo.
1964 es un hito especialmente significativo en su trayectoria, puesto que para la Navidad de ese año da a conocer Misa Criolla, con la cual se abre uno de los períodos más brillantes en su labor creativa jalonado de obras de reconocido mérito como Navidad Nuestra, Los Caudillos, Mujeres Argentinas y Cantata Sudamericana.Como corolario de años de giras por el interior del país, en octubre de 1964 se presenta en la ciudad de Buenos Aires la mencionada Compañía conjuntamente con los dos grupos folklóricos más destacados del momento -Los Chalchaleros y Los Fronterizos- en el Teatro Odeón bajo el título de Esto es Folklore!. El ciclo de espectáculos, que se repitió en los años subsiguientes con variados elencos, recibió la ponderación de la crítica especializada.
Su carrera internacional continuó ininterrumpidamente, llevando su arte a otros países americanos, como Brasil, Ecuador, Colombia, Venezuela, México y Uruguay; precisamente fue en Mercedes, donde se realizó la primera audición pública de Misa Criolla, el 20 de diciembre de 1965 en un espectáculo organizado por la Peña Lazo y Estribo.
En 1967 emprende la primera gira de su obra Misa Criolla por el continente europeo con el elenco original, producida por Lippman + Rau, una empresa de conciertos alemana. Mercedes Sosa, Chito Cevallos y Carlos Amaya también fueron convocados a participar de la delegación, que ofreció recitales en importantes ciudades de Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza. La gira concluyó en Roma, con una audición en Radio Vaticano y una significativa audiencia privada con Su Santidad el Papa Paulo VI, quien recibió un ejemplar del disco de la Misa. Paralelamente a su actividad artística Ariel Ramírez ha desarrollado una intensa labor en defensa del derecho de autor. "Me hice dirigente autoral porque me robaron una obra. Fue en Francia que grabaron con otro título mi obra "La Peregrinación". Sentí mucha pena. Y pensé que si a un tema tan difundido y de un autor al que le grabaron muchísimas composiciones le hacen esto, qué será a los menos difundidos. Tras sentir en carne propia el daño moral y material que eso significa, decidí ponerme al lado de los que tanto lucharon y siguen luchando por los derechos autorales". (La Tribuna, Asunción, martes 5 de mayo de 1970). El reclamo fue atendido favorablemente editándose para Francia con su otro título "Aloutte" (La Peregrinación) y la correspondiente poesía en francés. La vocación docente del Maestro Ramírez, evidenciada a través de toda su variada obra, se concreta en el campo de la pedagogía musical, al componer una serie de estudios para facilitar la interpretación pianística de la música popular; el álbum, publicado en 1975, es texto de estudio en los Conservatorios nacionales y privados del país. Asimismo compuso una serie de canciones provincianas escritas para las voces iguales de los niños, álbum que tuvo gran aceptación en la escuela primaria.
En 1974 realiza una gira europea con su obra Misa Criolla interpretada por un solista - si bien originariamente había sido escrita para dos voces- y el Coro Madrigal de Bucarest, dirigido por el Maestro Marín Constantin. El cantante seleccionado, dada la amplitud de su registro, fue Zamba Quipildor, nacido y criado entre los sones de la baguala, alma musical del noroeste argentino. En 1981, con el estreno de su nueva obra coral Misa por la Paz y la Justicia, Ariel Ramírez renueva su vibrante mensaje de amor y paz realizado con indudable jerarquía a través de la participación de artistas notables como Alfredo Alcón, Oscar Cardozo Ocampo, Zamba Quipildor, Damián Sánchez y Domingo Cura. Al igual que en su anterior obra religiosa, estuvo guiado en los fundamentos teológicos por el presbítero Osvaldo Catena, su entrañable amigo desde los años juveniles en Santa Fe.Sus canciones han sido objeto de múltiples grabaciones de artistas internacionales y se conocen versiones pertenecientes no sólo al mundo hispano-parlante sino muchas registradas en inglés, italiano, francés, hebreo y árabe. Algunas de las más difundidas son: Alfonsina y el mar, La peregrinación, Los Reyes Magos, La anunciación, Antiguo dueño de las flechas, Juana Azurduy y Navidad en verano todas ellas con poesía de su más frecuente colaborador, el destacado historiador, Dr. Félix Luna.Entre las numerosas giras artísticas guardan especial importancia aquellas realizadas en Israel, donde las presentaciones de Misa Criolla recibieron siempre los más calurosos elogios de la crítica. En 1987 el famoso tenor español José Carreras grabó en la iglesia La Bien Aparecida en las montañas de Santander (España), una nueva versión de Misa Criolla para el sello Philips Classics Productions; en los años siguientes se la pudo apreciar en las más prestigiosas salas del arte lírico y, entre otras presentaciones memorables, se destacó la realizada en Ciudad del Vaticano.Desde su función al frente del Centro de Divulgación Musical de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, proyecta con Flavio Barbieri y un equipo de especialistas un programa de asistencia a la educación musical en las escuelas primarias denominado "La música va a la escuela" destinado al conocimiento y difusión de las culturas musicales regionales del país. También debido a su iniciativa del CDM ha puesto en funcionamiento un programa de divulgación de todas las manifestaciones musicales -tanto populares como académicas- y en tal sentido promueve la actuación en todos los ámbitos de la ciudad, en especial espacios al aire libre y en forma gratuita, de organismos estables sinfónicos y corales, grupos instrumentales y solistas. En la temporada de verano, de noviembre a marzo de 1988 se calcula que cerca de un millón de personas concurrieron a dichos acontecimientos culturales.En 1992 presentó su espectáculo Misa Criolla en el Auditorio Manuel de Falla de Granada y en la Expo '92 de Sevilla. Con el mismo espectáculo tomó parte en el "Meeting per l'amicizia fra I popoli" de la ciudad de Rimini, con la presencia como solista del tenor español José Carreras, reeditando en vivo el éxito del CD grabado en 1987 en España. En el mismo año, con motivo de celebrar sus 50 años con la Música Nacional realizó tres memorables conciertos en el Teatro Colón y en el Luna Park, de Buenos Aires, donde ofreció un programa dedicado íntegramente a sus propias creaciones interpretadas por artistas de la talla de Eduardo Falú, Jairo, Facundo Ramírez, Domingo Cura y Zamba Quipildor.Es digna de mención por su notable repercusión la serie de conciertos que realizó en Polonia durante 1993, que culminó con su actuación en la Sala de Conciertos de la Filarmónica Nacional, en Varsovia y en la Iglesia de Cracovia.En junio de 1995 presentó Misa Criolla por primera vez en Londres. El concierto se realizó en el Royal Festival Hall con la participación de coro más importante de Gran Bretaña -fundado bajo los auspicios de la Reina Victoria en 1871-, la Royal Choral Society. Con el patronazgo de Su Majestad La Reina Isabel II y la Presidencia de Su Alteza El Duque de Kent, dicha entidad musical celebró sus 125 años cantando la muy difundida Misa Criolla, dirigida por su autor, ante 3.000 espectadores.El Departamento de Música de la Universidad de Sud Africa editó en 1995 el nuevo "Piano Examination Album" donde incluye cuatro listas de cuatro obras cada una, correspondientes a distintos períodos del arte pianístico. En la última lista, que representa a autores del siglo XX y compositores de Sud Africa, aparece el Estudio N° 2 Bailecito (extraído de: 15 Estudios para Piano, sobre ritmos y formas de la tradición musical argentina, Editorial Lagos y Famac S.C.A., Buenos Aires, 1975) de Ariel Ramírez: una muestra más del prestigio internacional alcanzado por sus composiciones.Con su Misa por la Paz y la Justicia -que incluye recitados de pasajes bíblicos de profunda significación- obtuvo resonante éxito durante los conciertos realizados en 1997, con la participación del Coro de la Iglesia de Leiden (Holanda), especialmente en el Concertgebouw de Amsterdam. Consecuentemente, al año siguiente Sony Music Entertainment reeditó en Holanda y Alemania la grabación original, que pronto se ubicó al tope de las preferencias discográficas. Años más tarde reiteró su presencia en el Concertgebouw y en el Musiekcentrum Frits Philips, de Eindhoven, para ejecutar con organismos corales holandeses la citada Misa.
La primera presentación de Misa Criolla en Japón tuvo lugar en el Suntory Hall de Tokio en 1998, durante un concierto memorable, a sala llena.El Teatro Nuevo Apolo (1989) y el Teatro Albeniz (1997 y 1998), de Madrid el Gran Teatro (1999), de Córdoba fueron los escenarios elegidos por el productor José Lata Liste para presentar el tango y el folklore de Argentina, en el espectáculo denominado Los Creadores. Reunió el piano de Ramírez, al de Mariano Mores, y luego al bandoneón de Julián Plaza. Los tres nombres, destacados compositores, asimismo.
Nuevamente, a comienzos del 2000 se reúne con José Carreras para actuar en el Palau de la Música Catalana, y el 9 de Julio, para celebrar la fecha patria, Misa Criolla es ejecutada por su autor, en la Plaza Central de la Expo 2000 de Hannover, con coro alemán y elenco de Argentina.
Ariel Ramírez tiene en preparación una cantata denominada Los Sonidos del Nuevo Mundo, compuesta en homenaje a España en conmemoración de los Quinientos años del Descubrimiento. Con temas y personajes relativos a la conquista de América, los poemas pertenecen a María Elena Walsh y Miguel Brascó, también incluye fragmentos poéticos de culturas precolombinas.
Como dirigente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) ha ocupado numerosos cargos nacionales e internacionales; en 1988 le correspondió el honor de haber sido el primer latinoamericano elegido para presidir la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC). Fue Presidente de SADAIC durante cinco períodos. Actualmente ocupa el cargo de Presidente de la Junta Consultiva.
En sus continuas giras en el exterior sigue corroborando la vigencia y aceptación internacional de su afamada obra Misa Criolla.
Cuarto entre los seis hermanos nacidos del matrimonio entre doña Rosa Blanca Servetti y don Zenón Ramírez (maestro, periodista y escritor), Ariel estudió piano en su ciudad natal y, luego de obtener su título de maestro de escuela, ya convencido de que su futuro estaría destinado a expresar musicalmente las vivencias del hombre del interior de su país, buscó familiarizarse con las manifestaciones de instrumentistas y cantores populares. Fue crucial en su elección la visita a la Escuela Normal de Santa Fe de un inspector de Música, dueño de un elegante estilo pianístico, llamado Arturo Schianca, incansable difusor del repertorio sureño.
Radicado en Córdoba, al amparo de sus amigos estudiantes tucumanos Chonchón y Raúl Mothe, conoció a Atahualpa Yupanqui quien lo impulsó a conocer el noroeste; así a partir de 1941 viajó por las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy. Vivió varios meses en Humahuaca, donde recibió una fecunda orientación del Dr. Justiniano Torres Aparicio, músico y conocedor de la cultura nacional. También estuvo radicado un tiempo en la región cuyana, principalmente en Mendoza.
Hacia 1943, iniciada ya su carrera de intérprete de un variado repertorio pianístico basado en la música folklórica sudamericana, se presenta como solista de piano en Buenos Aires en conciertos y filmaciones, como así también integrando ciclos de emisiones radiales de arte nacional, especialmente a través de Radio El Mundo. Su participación es asimismo requerida por las compañías grabadoras de discos, y es RCA Víctor la que imprime, en 1946, sus primeras placas en 78 r.p.m. con sus obras La tristecita (zamba), Purmamarca (bailecito) y Malambo: "lo más puro de mi creación", según ha observado el propio Ramírez. Su vinculación con la mencionada compañía se extiende hasta 1956, con 21 discos dobles grabados.
Al conocimiento de los secretos de la creación popular, de sus estructuras rítmicas y el espíritu de su lenguaje melódico, sumó Ariel Ramírez el invalorable apoyo del estudio académico de la música: en el Conservatorio Nacional, donde recibe durante un año lecciones de técnica pianística y estudios de composición a través de las lecciones del maestro Luis Gianneo. El novel compositor pronto alcanzó el grado de madurez expresiva que le permitió lograr una serie de notables creaciones que de inmediato se popularizaron en el territorio argentino y en los países vecinos.
En 1950 realiza su primer viaje a Europa. Radicado en Roma, mayormente en el "Istituto Italo-Argentino per gli Scambi Culturali ed Artistici", durante cuatro años se presenta como intérprete de la música argentina y sudamericana en salas de concierto de las Universidades de Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht y Amsterdam; también actuó como invitado por la Cameratta Musicale Romana en el Palacio Marignolli y ofreció recitales en la Sala Brahms y la Academia de Música de Viena, la Musikhalle de Hamburgo, el Ateneo de Madrid, el Withmore Hall y la BBC de Londres, también en Radio Vaticano donde fue recibido, luego de su concierto, por su Santidad, el Papa Pío XII. Durante 1951, radicado en Madrid, fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para efectuar estudios sobre la música de tradición oral española.
Al volver del viejo continente, luego de realizar varios conciertos en ciudades argentinas, se establece en Lima (Perú), a partir de 1954, donde recibe el honor de ser nombrado miembro del Instituto Sanmartiniano de Perú. En las reuniones de pintores, escritores y músicos peruanos que organizaba una notable pianista y compositora limeña, Rosa Mercedes de Morales, asimiló las cadencias y ritmos de la música folklórica local; durante ese período continúa con sus presentaciones en varias capitales sudamericanas. De la organización de estos conciertos se ocupaba Miguel Brascó, amigos desde entonces, se convertirá en uno de sus más frecuentes colaboradores; la calidad de sus textos ha significado un valioso aporte a las canciones creadas por Ramírez.
En 1955 regresa a la Argentina y emprende la tarea de organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez con la cual recorre innumerables escenarios del interior del país durante más de dos décadas. En su etapa inicial convoca a intérpretes que representaban lo más puro de las expresiones musicales vernáculas, tales como el conjunto vocal Los Fronterizos y el magistral charanguista boliviano Mauro Núñez.
Dijo Carlos Vega, eminente musicólogo argentino: "Ariel Ramírez, celebrado pianista y compositor nativo, parece haber entendido muy bien que la danza natural es, sin más, un bello espectáculo. Sobre la pura base de las formas rurales, sin alterar las estructuras tradicionales (salvo lo indispensable para su adecuación a la escena) Ariel Ramírez, ha creado para su Compañía de Folklore un programa en que la destreza de los bailarines, la calidad de la música y la excelencia y propiedad de los trajes y el vistoso manejo de las luces, se unifican para ofrecer al espectador una profunda nota de arte depurada por la mesura y el buen gusto. La intensa labor de difusión que su conjunto desarrolla por el interior presta el mejor servicio al conocimiento de las tradiciones argentinas".
También proyectó esa labor en el exterior y en ese sentido, merece destacarse la gira que los veinte integrantes de la Compañía realizaron durante cinco meses, en 1957, visitando las principales ciudades de la Unión Soviética (Moscú, Bacú, Tbilisi, Kishinov, Sochi y Erevan), de Polonia Varsovia (Warjzawa), Bialistok (Bialystock), Dancing (Gdansk), Radom, Rzeszow, Crakovia (Krakow), Oswiecim, Katoviche (Katowice), de Checoslovaquia (Praga, Ostrava y Pilsen).
La Compañía, liderada por Ramírez dio la posibilidad de iniciarse en sus respectivas carreras a numerosos valores trascendentes del arte folklórico de los últimos cuarenta años.
Durante esa etapa su labor compositiva se enriquece con temas como Los inundados, Volveré siempre a San Juan, La última palabra, La equívoca, El Charrúa, Allá lejos y hace tiempo, Cuatro rumbos y El Paraná en una zamba. Paralelamente reinicia sus estudios de composición con el maestro Erwin Leuchter, que continúa durante la década de 1960.
A partir de 1961 la empresa discográfica Philips lo cuenta entre sus más destacados artistas, ya que impulsa la realización de una serie de obras cuyas innovaciones amplían la temática y las formas de la canción tradicional. Inicia sus grabaciones en dicha empresa con un "long play" integrado por una completa muestra de danzas de las distintas regiones del país; algunos temas tradicionales, con arreglos del propio Ramírez y otros de su autoría. En cada disco se observa un trabajo muy serio de análisis y selección de los materiales, como asimismo una marcada vocación por dar a conocer la riqueza musical de cada ámbito musical, en este sentido ofrece series como La Pampa y El Litoral. Siguiendo la misma línea selecciona las más exquisitas composiciones de tres de las más representativas especies de la música argentina: la Zamba, el Vals criollo y el Tango. En su constante labor creativa busca nuevas sonoridades y experiencias personales enriquecedoras, así integra exitosos elencos con notables artistas, tal es el caso de Eduardo Falú, Los Fronterizos, El Conjunto Ritmus (director: Antonio Yepes), Jaime Torres, León Jacobson, Lolita Torres y Mercedes Sosa. También incursionó en la cinematografía, al producir bandas sonoras para algunas películas de los directores argentinos Leopoldo Torre Nilsson, Fernando Ayala y Héctor Olivera y en otros medios como Luz y Sonido en la Quinta Pueyrredón, con libro de Victoria Ocampo.
1964 es un hito especialmente significativo en su trayectoria, puesto que para la Navidad de ese año da a conocer Misa Criolla, con la cual se abre uno de los períodos más brillantes en su labor creativa jalonado de obras de reconocido mérito como Navidad Nuestra, Los Caudillos, Mujeres Argentinas y Cantata Sudamericana.Como corolario de años de giras por el interior del país, en octubre de 1964 se presenta en la ciudad de Buenos Aires la mencionada Compañía conjuntamente con los dos grupos folklóricos más destacados del momento -Los Chalchaleros y Los Fronterizos- en el Teatro Odeón bajo el título de Esto es Folklore!. El ciclo de espectáculos, que se repitió en los años subsiguientes con variados elencos, recibió la ponderación de la crítica especializada.
Su carrera internacional continuó ininterrumpidamente, llevando su arte a otros países americanos, como Brasil, Ecuador, Colombia, Venezuela, México y Uruguay; precisamente fue en Mercedes, donde se realizó la primera audición pública de Misa Criolla, el 20 de diciembre de 1965 en un espectáculo organizado por la Peña Lazo y Estribo.
En 1967 emprende la primera gira de su obra Misa Criolla por el continente europeo con el elenco original, producida por Lippman + Rau, una empresa de conciertos alemana. Mercedes Sosa, Chito Cevallos y Carlos Amaya también fueron convocados a participar de la delegación, que ofreció recitales en importantes ciudades de Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza. La gira concluyó en Roma, con una audición en Radio Vaticano y una significativa audiencia privada con Su Santidad el Papa Paulo VI, quien recibió un ejemplar del disco de la Misa. Paralelamente a su actividad artística Ariel Ramírez ha desarrollado una intensa labor en defensa del derecho de autor. "Me hice dirigente autoral porque me robaron una obra. Fue en Francia que grabaron con otro título mi obra "La Peregrinación". Sentí mucha pena. Y pensé que si a un tema tan difundido y de un autor al que le grabaron muchísimas composiciones le hacen esto, qué será a los menos difundidos. Tras sentir en carne propia el daño moral y material que eso significa, decidí ponerme al lado de los que tanto lucharon y siguen luchando por los derechos autorales". (La Tribuna, Asunción, martes 5 de mayo de 1970). El reclamo fue atendido favorablemente editándose para Francia con su otro título "Aloutte" (La Peregrinación) y la correspondiente poesía en francés. La vocación docente del Maestro Ramírez, evidenciada a través de toda su variada obra, se concreta en el campo de la pedagogía musical, al componer una serie de estudios para facilitar la interpretación pianística de la música popular; el álbum, publicado en 1975, es texto de estudio en los Conservatorios nacionales y privados del país. Asimismo compuso una serie de canciones provincianas escritas para las voces iguales de los niños, álbum que tuvo gran aceptación en la escuela primaria.
En 1974 realiza una gira europea con su obra Misa Criolla interpretada por un solista - si bien originariamente había sido escrita para dos voces- y el Coro Madrigal de Bucarest, dirigido por el Maestro Marín Constantin. El cantante seleccionado, dada la amplitud de su registro, fue Zamba Quipildor, nacido y criado entre los sones de la baguala, alma musical del noroeste argentino. En 1981, con el estreno de su nueva obra coral Misa por la Paz y la Justicia, Ariel Ramírez renueva su vibrante mensaje de amor y paz realizado con indudable jerarquía a través de la participación de artistas notables como Alfredo Alcón, Oscar Cardozo Ocampo, Zamba Quipildor, Damián Sánchez y Domingo Cura. Al igual que en su anterior obra religiosa, estuvo guiado en los fundamentos teológicos por el presbítero Osvaldo Catena, su entrañable amigo desde los años juveniles en Santa Fe.Sus canciones han sido objeto de múltiples grabaciones de artistas internacionales y se conocen versiones pertenecientes no sólo al mundo hispano-parlante sino muchas registradas en inglés, italiano, francés, hebreo y árabe. Algunas de las más difundidas son: Alfonsina y el mar, La peregrinación, Los Reyes Magos, La anunciación, Antiguo dueño de las flechas, Juana Azurduy y Navidad en verano todas ellas con poesía de su más frecuente colaborador, el destacado historiador, Dr. Félix Luna.Entre las numerosas giras artísticas guardan especial importancia aquellas realizadas en Israel, donde las presentaciones de Misa Criolla recibieron siempre los más calurosos elogios de la crítica. En 1987 el famoso tenor español José Carreras grabó en la iglesia La Bien Aparecida en las montañas de Santander (España), una nueva versión de Misa Criolla para el sello Philips Classics Productions; en los años siguientes se la pudo apreciar en las más prestigiosas salas del arte lírico y, entre otras presentaciones memorables, se destacó la realizada en Ciudad del Vaticano.Desde su función al frente del Centro de Divulgación Musical de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, proyecta con Flavio Barbieri y un equipo de especialistas un programa de asistencia a la educación musical en las escuelas primarias denominado "La música va a la escuela" destinado al conocimiento y difusión de las culturas musicales regionales del país. También debido a su iniciativa del CDM ha puesto en funcionamiento un programa de divulgación de todas las manifestaciones musicales -tanto populares como académicas- y en tal sentido promueve la actuación en todos los ámbitos de la ciudad, en especial espacios al aire libre y en forma gratuita, de organismos estables sinfónicos y corales, grupos instrumentales y solistas. En la temporada de verano, de noviembre a marzo de 1988 se calcula que cerca de un millón de personas concurrieron a dichos acontecimientos culturales.En 1992 presentó su espectáculo Misa Criolla en el Auditorio Manuel de Falla de Granada y en la Expo '92 de Sevilla. Con el mismo espectáculo tomó parte en el "Meeting per l'amicizia fra I popoli" de la ciudad de Rimini, con la presencia como solista del tenor español José Carreras, reeditando en vivo el éxito del CD grabado en 1987 en España. En el mismo año, con motivo de celebrar sus 50 años con la Música Nacional realizó tres memorables conciertos en el Teatro Colón y en el Luna Park, de Buenos Aires, donde ofreció un programa dedicado íntegramente a sus propias creaciones interpretadas por artistas de la talla de Eduardo Falú, Jairo, Facundo Ramírez, Domingo Cura y Zamba Quipildor.Es digna de mención por su notable repercusión la serie de conciertos que realizó en Polonia durante 1993, que culminó con su actuación en la Sala de Conciertos de la Filarmónica Nacional, en Varsovia y en la Iglesia de Cracovia.En junio de 1995 presentó Misa Criolla por primera vez en Londres. El concierto se realizó en el Royal Festival Hall con la participación de coro más importante de Gran Bretaña -fundado bajo los auspicios de la Reina Victoria en 1871-, la Royal Choral Society. Con el patronazgo de Su Majestad La Reina Isabel II y la Presidencia de Su Alteza El Duque de Kent, dicha entidad musical celebró sus 125 años cantando la muy difundida Misa Criolla, dirigida por su autor, ante 3.000 espectadores.El Departamento de Música de la Universidad de Sud Africa editó en 1995 el nuevo "Piano Examination Album" donde incluye cuatro listas de cuatro obras cada una, correspondientes a distintos períodos del arte pianístico. En la última lista, que representa a autores del siglo XX y compositores de Sud Africa, aparece el Estudio N° 2 Bailecito (extraído de: 15 Estudios para Piano, sobre ritmos y formas de la tradición musical argentina, Editorial Lagos y Famac S.C.A., Buenos Aires, 1975) de Ariel Ramírez: una muestra más del prestigio internacional alcanzado por sus composiciones.Con su Misa por la Paz y la Justicia -que incluye recitados de pasajes bíblicos de profunda significación- obtuvo resonante éxito durante los conciertos realizados en 1997, con la participación del Coro de la Iglesia de Leiden (Holanda), especialmente en el Concertgebouw de Amsterdam. Consecuentemente, al año siguiente Sony Music Entertainment reeditó en Holanda y Alemania la grabación original, que pronto se ubicó al tope de las preferencias discográficas. Años más tarde reiteró su presencia en el Concertgebouw y en el Musiekcentrum Frits Philips, de Eindhoven, para ejecutar con organismos corales holandeses la citada Misa.
La primera presentación de Misa Criolla en Japón tuvo lugar en el Suntory Hall de Tokio en 1998, durante un concierto memorable, a sala llena.El Teatro Nuevo Apolo (1989) y el Teatro Albeniz (1997 y 1998), de Madrid el Gran Teatro (1999), de Córdoba fueron los escenarios elegidos por el productor José Lata Liste para presentar el tango y el folklore de Argentina, en el espectáculo denominado Los Creadores. Reunió el piano de Ramírez, al de Mariano Mores, y luego al bandoneón de Julián Plaza. Los tres nombres, destacados compositores, asimismo.
Nuevamente, a comienzos del 2000 se reúne con José Carreras para actuar en el Palau de la Música Catalana, y el 9 de Julio, para celebrar la fecha patria, Misa Criolla es ejecutada por su autor, en la Plaza Central de la Expo 2000 de Hannover, con coro alemán y elenco de Argentina.
Ariel Ramírez tiene en preparación una cantata denominada Los Sonidos del Nuevo Mundo, compuesta en homenaje a España en conmemoración de los Quinientos años del Descubrimiento. Con temas y personajes relativos a la conquista de América, los poemas pertenecen a María Elena Walsh y Miguel Brascó, también incluye fragmentos poéticos de culturas precolombinas.
Como dirigente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) ha ocupado numerosos cargos nacionales e internacionales; en 1988 le correspondió el honor de haber sido el primer latinoamericano elegido para presidir la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC). Fue Presidente de SADAIC durante cinco períodos. Actualmente ocupa el cargo de Presidente de la Junta Consultiva.
En sus continuas giras en el exterior sigue corroborando la vigencia y aceptación internacional de su afamada obra Misa Criolla.
miércoles
:: GABRIEL GARCIA MARQUES
Biografía
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Apunte biográfico . Por Olga Martínez Dasi.
“He sido capaz de escribir porque Mercedes llevó el mundo sobre sus espaladas”
“El secreto de la felicidad es hacer sólo aquello con lo que uno disfruta”.
Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana.
“Gabo”, como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que podríamos considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la “fiebre del banano”, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo XX.. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de los “aventureros” de la “hojarasca” (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el humilde oficio de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su primer nieto, sus padres convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca. Poco después Gabriel Eligio y Luisa Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho años, murió el abuelo, al que García Márquez consideró siempre “la figura más importante de mi vida”.
De esos primeros ocho años de “infancia prodigiosa” surge lo esencial del universo narrativo y mítico de García Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: “Después todo me resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”. Lo que sí es cierto es que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las “mamas grandes” civilizadoras, la vivacidad del lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras ( La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera ...) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre de una de las muchas fincas bananeras del lugar y que según unos alude “a un árbol que no sirve pa un carajo” y según otros “a una milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas”.
Como el propio novelista explica: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en un casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.
El paralelismo entre algunas circunstancias biográficas de García Márquez con algunos elementos de Cien años de soledad resulta evidente. Veamos algunos:
· Su abuelo, como José Arcadio Buendía, fue uno de los fundadores de Aracataca. En la
novela se nos cuenta que José Arcadio, abandona su pueblo al verse continuamente hostigado por el fantasma de Prudencio Aguilar, al que se vio obligado a matar por un problema de honor. Con veintún compañeros, José Arcadio Buendía cruza la cordillera y funda Macondo. La fundación de Aracata, tal como Nicolás Marquez se la contaba a su nieto es muy parecida. También su abuelo había matado de muy joven a un hombre y “cuando no podía soportar la amenaza que existía contra él en ese pueblo, se fue lejos con su familia y fundó un pueblo”. A Gabo le solía decir siempre: “Tú no sabes como pesa un muerto”.
· Nicolás Márquez era un sobreviente de las dos últimas guerras civiles y, como aquél tenía una larga progenie de “hijos de la guerra”, todos de edades parecidas, que se alojaban en su casa cuando estaban de paso por el pueblo y que doña Tranquilina recibía como propios. Como es evidente, Nicolás Márquez es asimismo el modelo del coronel Aureliano Buendía que “promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento”.
· Úrsula Iguarán se inspira en la abuela Tranquilina – que no sólo presta su apellido a Úrsula, si no que, al igual que el personaje, murió ciega y loca. Tranquilina Iguarán es, efectivamente, el modelo de muchos de los personajes femeninos de García Márquez que Vargas Llosa define así: “un caso ejemplar de la mater familias, matriarca medieval, emperadora del hogar, hacendosa y enérgica, prolífica, de temible sentido común, insobornable ante la adversidad, que organiza férreamente la vida familiar a la que sirve de aglutinante y vértice”.
· La inmensa y asombrosa casa de los abuelos la reencotraremos en las solidas y tristes mansiones de su mundo narrativo: la casa de la Mama Grande, de los Asís, de los Nasar y, indudablamente, de los Buendía. García Márquez la recuerda así: “En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror (...) En esa casa había un cuarto desocupado donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos”.
En 1936 tras vivir un breve tiempo con sus padres en Sucre –donde Garbriel Eligio regentaba una farmacia- lo envían a estudiar bachillerato a diferentes internados: primero en Barranquilla (ver la entrañable página de Constanza Díaz Sierra sobre los primeros pasos literarios de Gabito) y, durante más tiempo, en Zipaquirá, lugar del que guarda recuerdos sombríos y dolorosos y donde, paralizado por la nostalgia de Aracataca, nunca llegó a integrarse. De ese periodo y de ese lugar cuenta García Márquez: “Zipaquirá era una ciudad fría, con techos de teja desagastada, y el colegio, un gran internado donde vivíamos doscientos trescientos niños... Los sábados y los domingos había salida, pero yo no me movía del edificio porque no quería enfrentarme con la tristeza y el frío del pueblo. Durante esos años pasé encerrado la totalidad de las horas libres despachando libros de Julio Verne y Emilio Salgari”. Seguramente, esos años de soledad, reclusión y lectura fueron decisivos para su futura vocación de escritor que, según Mario Vargas Llosa, es como una “solitaria” que atenaza el espíritu.
En 1947, García Márquez se instala en Bogotá y empieza a estudiar derecho. Sus impresiones de Bogotá no son mejores que las de Zipaquirá: con sus “cachacos” que siempre “andaban de negro, parados ahí con paraguas y sombreros de coco, y bigotes”, la capital le parece “gris y yerta”, “asfixiante”, sinónimo de “aprehensión y tristeza”. Con estros rasgos describirá a Bogotá cuando raramente aparezca en su mundo ficción.
Aunque estudia los cinco cursos de Derecho –algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había trasladado su familia y donde se hace amigo del poeta Álvaro Mutis- no llega a graduarse, porque, según confiesa, “me aburría a morir esa carrera”. Lo más importante de ese periodo es el encuentro con alguna de las personas más decisivas de sus vida –especialmente, Camilo Torres, el que luego será cura guerrillero cruelmente asesinado y Plinio Apuleyo Mendoza, desde entonces uno de sus amigos más íntimos. Otro circunstancia importante es que, en Bogotá, empieza a escribir, para el periódico El Espectador, sus primeras obras: diez cuentos, de los que abjurará después, que constituyen su “prehistoria” como escritor. También es remarcable que García Márquez participase, como otros muchos estudiantes, en las manifestaciones surgidas a raíz del “bogotazo”: el asesinato en 1948 de Jorge Eliecer Gaitán, político progresista aspirante a la presidencia de la república. El asesinato de Gaitán desencadena una escalofriante y larga oleada de violencia (casi trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá su reflejo en la literatura de García Márquez y de otros escritores, como Fernando Garrido y Álvaro Mutis, hasta el punto de que la narativa colombiana de estas décadas ha sido designada como “literatura de la violencia”.
Pronto, García Márquez abandona los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilla conoce a un grupo de periodistas que le fascinan y decide instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empieza a trabajar de columnista en “El Heraldo”, y a la literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un bloque de cuatro pisos llamado “el Rascacielos” y allí empieza a escribir su primera novela, La hojarasca.
Gabo se integra en el llamado “Grupo de Barranquilla”, que se reúne en el “Café Happy” y el “Café Colombia”. Miembros del “Grupo de Barranquilla” son: Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista de “El Heraldo” de gran formación intelectual, al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirán en sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia Woolf, y Hemingway. A las tertulias del “Café Colombia” acude también Ramón Vinyes, un viejo catalán republicano, escritor, ex-librero y profesor de un colegio de señoritas, al que García Márquez homenajeará en “el sabio catalán”, junto a sus tres amigos, en las últimas páginas de Cien años de soledad.
En Barranquilla, García Márquez conocerá a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertirá en su compañera de toda la vida.
En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresa a Bogotá. Allí, de nuevo para El Espectador, trabaja como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada dedicación al periodismo, dejará posteriormente huella en su literatura. Como señala Vargas Llosa, de allí proviene en buena medida su fascinación “por los hechos y personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas” y “las virtudes de concisión y transparencia de estilo” de sus mejores libros, en los que narra con la precisión de un cirujano. Esta simbiosis de literatura y periodismo es clara en algunas sus obras narrativas publicadas, Relato de un náufrago (1955), Crónica de una muerte anunciada (1981), Noticia de un secuestro (1997).
Desde ese momento, García Márquez no abandonará nunca su actividad periodística y posteriormente será colaborador habitual en periódicos de Colombia, Venezuela, México, España y Estados Unidos.
En 1955, García Márquez va por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía que ser un breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El relato de un náufrago, se convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma –donde, además de cubrir la información de la enfremedad de Pío XII, se matricula en el “Centro Sperimentale de Cinematografía”- y finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibe la noticia de que El Espectador había sido clausurado y un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, que había decidido seriamente ser escritor, decide quedarse en París. Afrontando grandes penalidades económicas (“Estuve viviendo durante cuatro años de milagros cotidianos”) y trabajando, como explica Vargas Llosa, “a diario, con verdadera furia, desde que oscurecía hasta el amanecer”, escribe La mala hora (1961) y paralelamente, a partir de un episodio que se le desprendió de esa obra, una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).
Con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza hace un viaje a los países del Este (Alemania Oriental, Checoslovaquia, Polonia, Rusia...) y luego escribe diez reportajes (al más célebre lo tituló “90 días en la Cortina de Hierro”) que quieren ser fundamentalmente objetivos, pero que contienen una serie de valoraciones contradictorias de adhesión y crítica, lo que demuestra la sinceridad e independencia de su opinión.
En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decide regresar a América, entre otras cosas porque sentía que se le “enfriaban los mitos”. Primero se instala en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo Mendoza le había conseguido trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas, es testigo del bormbardeo aéreo y del asalto al Palacio presidencial, hechos que concluirán días después con el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.
Estos hechos, especialmente la imagen, según cuenta Vargas Llosa, de la huida de “un oficial con una ametralladora bajo el brazo y con las botas embarradas” y la entrevista que le hizo al que, durante 50 años, había sido mayodormo de Palacio, sirviendo a varios presidentes y dictadores, serán decisivos en la gestación de un proyecto literario que empieza a obsesionarle: escribir una novela de tiranos, que reflexione sobre “el misterio del poder” y la capacidad de fascinación hipnótica de los tiranos. Otras experiencias recientes se imbrican con las que está viviendo en Venezuela y le ayudan a entender los mecanismos de la dictadura: el poder supremo del sumo pontífice en Roma, la fanática pervivencia del culto a Stalin que, cuatro años después de la muerte del dictador, había palpado en Moscú... Tardará 17 años en hacer realidad ese proyecto en la quinta de sus novelas: El otoño del patriarca (1975).
En un viaje relámpago a Barranquilla, se casa con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene dos hijos, Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más tarde).
Aunque su actividad periodística en Venezuela es muy intensa, García Márquez no abandona el quehacer literario: escribiendo sólo los domingos, redacta casi todos los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1961).
En 1960, tras el triunfo de la Revolución Cubana, vive seis meses en la Habana, trabajando para Prensa Latina, agencia de noticias que dirige el periodista argentino, amigo del Ché Guevara, Jorge Ricardo Massetti. Prensa Latina fue creada por el gobierno cubano para contrarrestar la propaganda contra Cuba. Meses antes, García Marquez había creado la sede de Prensa Latina en Bogotá. En Prensa Latina participan, además de su inseparable amigo Plinio Apuleyo Mendoza, otros destacados intelectuales como el argentino Roberto Walsh y el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti. Uno de los grandes éxitos de Prensa Latina es interceptar y descifrar un informe donde se daban detalles del desembarco armado americano en Playa Girón. Llegaron a averiguar el lugar exacto donde la CIA preparaba la operación: una hacienda de Retahulheu (Guatemala).
En 1961 se instala en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. Se trata de un trabajo apasionante –por fin García Márquez dispone de un sueldo fijo y puede ejercer el periodismo con plena independencia, lejos de los monopolios capitalistas de opinión- pero es también un trabajo agotador y de mucho riesgo: es el momento más álgido de la campaña anticastrista y las continuas amenazas de la CIA y de los exiliados cubanos le hacen temer por la seguridad de su familia. No será por esto, sin embargo, por lo que García Márquez renunciará a Prensa Latina: dimitirá en solidaridad a Massetti, a quien, tras el ascenso del sector más sectario y burocrático, es alejado de la dirección de Prensa Latina.
García Márquez decide establecerse en México, y probar suerte con la tercera de sus aficiones: el cine. Pero antes de abandonar Estados Unidos, recorre el sur de su admirado Faulkner. De ese viaje, que emprende sin apenas dinero, escribirá: “Son veinte días de ruta infernal por carreteras marginales, ardientes y tristes...Son veinte días de carretera, alimentándonos con leche malteada, con hamburguesas, conociendo en Atlanta un áspero rostro de los Estados Unidos (no querían recibirnos en los hoteles porque creían que éramos mexicanos) y leyendo, en otro pueblo del Sur, un letrero que decía:”.
Cuando descubre que es muy difícil abrirse camino en el mundo del cine, se encarga, aunque sin escribir una sola línea, de la organización de dos revistas de gran tiraje: una revista de señoras, La Familia y otra de crímenes sensacionalistas, Sucesos. Más tarde, trabaja en el mundo de la Publicidad.
A partir de 1963, García Márquez consigue por fin trabajar como guionista. Su primer guión, El gallo de oro, lo escribe en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo. (Dos años después, García Márquez y Fuentes volverán a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano).
Otros trabajos de guionista de García Márquez son: Tiempo de morir de Arturo Ripstein (aparentemente una esquemática película de “charros”, pero que contiene ya algunas de las obsesiones de García Márquez: la venganza, la muerte, el destino trágico, la soledad...), H.O. también con Ripstein; Patsy, mi amor y una adaptación de su cuento “En este pueblo no hay ladrones”. Aunque García Márquez dice no estar satisfecho de ninguno de sus trabajos cinematográficos, considera que su decepcionante experiencia en el mundo del celuloide le fue de gran utilidad, pues paradójicamente le ayudó a tomar conciencia de las limitaciones del cine (que hasta este momento consideraba “el medio de expresión perfecto”) y a entender por fin “que las posibilidades de la novela son ilimitadas”.
Sin esa convicción, tal vez García Márquez no hubiera superado nunca ese periodo de sequía literaria (de 1961 a 1965 no escribió ni una sola línea de creación), consecuencia de un íntimo “sentimiento de fracaso” respecto a la obra que había escrito hasta ese momento. Así lo describe el crítico Emir Rodríguez Monegal en 1964: “Entonces García Márquez era un hombre torturado, un habitante del infierno más exquisito: el de la esterilidad literaria”.
Gabo escapa de ese “infierno” con la escritura de la que, seguramente, es la más importante de sus obras: Cien años de soledad (1967), lo cual sólo fue posible cuando, casi como en en un “milagro”, sabe de repente con qué técnica y con qué procedimientos ha de escribir la historia de ese Macondo y de ese universo mítico de su infancia que le obsesionan desde sus inicios como escritor.
La “revelación” tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su Opel por la carretera de México a Acapulco. Inesperadamente para el coche y le dice a Mercedes: “¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo!.
García Márquez decide encerrarse a escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco mil dolares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus amigos, especialmente de Álvaro Mutis) y le dice a Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo moleste bajo ningún concepto. Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le espera con una deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dolares. Para enviar el manuscrito de Cien años de soledad a Buenos Aires, concretamente a la Editorial Sudamericana de Francisco Porrua, deben empeñar los tres últimos objetos de un cierto valor que les quedan: una batidora, un secador de pelo y la estufa.
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera edición y en tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, “el éxito resonante deja a García Márquez mareado y algo incrédulo”, aunque feliz porque por fin puede dedicarse exclusivamente a escribir.
De 1968 a 1974 vive en Barcelona: quiere alejarse –aunque inútilmente- de la persecución cada vez más agobiante de la fama y palpar el ritmo de la vida cotidiana en una dictadura (aquí se viven los últimos años del franquismo), pues se ha decidido por fin a convertir en novela esa imagen que le persigue desde hace diecisiete años: un déspota viejísimo se queda sólo en un palacio lleno de vacas.
En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple (voces diferentes que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia) es para García Márquez “mi libro más experimental y el que más me interesa como aventura poética. También el que me ha hecho más feliz” .
Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de cine, a partir de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una novela breve: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).
Desde 1974, García Márquez alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y París. Desde esos años, tan difíciles para América Latina, García Márquez es consciente de su resposabilidad como intelectual de prestigio: estrecha lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista (Fidel Castro, Torrijos, Carlos Andrés Pérez , los sandinistas, últimamente, Hugo Chávez...), se convierte en embajador extraoficial del continente, lucha activamente en defensa de los derechos humanos...
En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre durante su juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Al escribir Crónica de una muerte anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una historia en la que intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a Santiago Nasar siguiera viva.
Ese mismo año, en pleno lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada, el gobierno conservador lo acusa de financiar al grupo guerrillero M-19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le conceden el Premio Nobel de literatura.
En la ceremonia del Nobel, viste con una guayabera caribeña blanca y lleva en la mano un rosa amarilla, símbolo de Colombia y su amuleto personal (Mercedes coloca cada día una en su mesa de trabajo). Elige como tema musical el Intermezzo interrotto de Bela Bartok. Su discurso de agradecimiento es un canto de amor a América Latina. Entre otras cosas dijo:
“Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíbles nuestra vida. Éste es el nudo de nuestra soledad”.
Concluyó formulando un deseo: el de “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Con parte de los 157 mil dolares que gana con el Nobel, decide “fundar un diario en Colombia con periodistas menores de treinta años, para que adquieran el oficio como se debe. Un diario destinado a exaltar los valores fundamentales del hombre, sin banderías”. En homenaje a un cuento de Borges decide llamar al periódico El otro, aludiendo con ello a su “otra” vocación y personalidad.
Involucra en el proyecto a dos de sus grandes amigos: a Rodolfo Terragno, fundador de El diario de Caracas y el novelista argentino Tomás Eloy Martínez. El proyecto, sin embargo, morirá antes de nacer, como dice García Márquez, “asfixiado por la literatura”. Una noche inquieta (a García Márquez le preocupa encontrar el tono adecuado para El otro: ¿un realismo mágico sembrado de adjetivos restallantes? ¿la precisión de cirujano de sus crónicas políticas?) sueña con “una novela en la que un viejo de 80 vive una historia de frenesí sexual con una vieja de 70”. El demonio de la literatura le ha entrado otra vez en el cuerpo y sabe que ya no puede escapar de él.
Cuando todo está preparado para la aparición de El otro, les dice a sus amigos: “Instálense en Bogotá y empiecen a trabajar. Yo tengo que encerrarme a escribir la novela sobre los viejos”. Sus amigos, obviamente, se niegan (¿cómo El otro de García Márquez se va a escribir sin García Márquez?) y el García Márquez novelista se instala en la mágica Cartagena de Indias, donde, en “un periodo de felicidad casi completa” escribe la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, en la que recrea el difícil noviazgo de sus padres: El amor en los tiempos de cólera (1985).
En 1986 cumple una vieja deuda con la tercera de sus pasiones: promueve la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y funda -con la ayuda del director argentino Fernando Birri, al que conocía desde sus años en Italia- la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Allí cada año, García Márquez dirige un taller de guión, donde diez jóvenes inventan conjuntamente una historia. A los mejores alumnos se los lleva a México para trabajar en otro taller de guiones, éste profesional: realizan guiones para la televisión y, con parte de los beneficios, consiguen fondos para financiar la Fundación y la Escuela.
En Cómo se cuenta un cuento (1995) relata una de las experiencias del taller de guión: inventar una historia que pueda ser contada en formato de media hora. El guión “Me alquilo para soñar” -que primero fue uno de los doce Cuentos peregrinos (1992)- es uno de los frutos de ese taller de guión, que fruto del trabajo conjunto de García Máqrquez, el cineasta brasileño Doc Comparato y diez jóvenes enamorados del cine y de la literatura.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es una frase de su manual escolar de historia, que guardaba en su memoria: “Al cabo de un largo y penoso viaje por el río Magdalena, murió en Santa Marta abandonado por sus amigos”.
Aunque ya no lo necesita económicamente, García Márquez se ha impuesto la disciplina, “para mantener el brazo caliente”, de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publica en diferentes periódicos. Una selección de estos artículos que, hablan de sus impresiones y recuerdos de las diferentes ciudades europeas en las que vivió, las recoge en Notas de prensa (1991), obra que se convierte así en una especie de memorias noveladas de sus años en Europa. Antes de editarlo en forma de libro vuelve a las ciudades emblemáticas de su juventud (Ginebra, Roma, París, Barcelona...) y escribe: “Ninguna tenía ya nada que ver con mis recuerdos. Todas estaban enrarecidas por una inversión asombrosa: los recuerdos reales parecían fantasmas de la memoria, mientras que los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado a la realidad (...) En esos ocho meses febriles no necesité preguntarme dónde terminaba la vida y dónde empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte años antes en Europa”. Tras ese viaje hacia su propia memoria, vuelve a reescribir todos los artículos.
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Según el propio autor se trata de : “una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos, pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía”. Muchos de ellos, antes de ser finalmente cuentos, fueron historias escritas con otros fines: cinco fueron notas periodísticas; otros cinco, guiones de cine y uno, un serial de televisión.
En 1994 publica su última novela, Del amor y otros demonios , una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla de doce, a la que debía exorcizar.
Aunque desde hace años lucha incansablemente contra un cáncer, García Márquez continúa lleno de proyectos y sigue demostrando una admirable energía. Consciente de que “nunca ni un solo minuto he dejado de ser periodista”, convence a su amigoel novelista argentino Tomás Eloy Martínez para que funden juntos un taller de periodismo, la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Se trata de una escuela sin muros, donde –a través de seminarios, conferencias y cursos-se convoca a estudiantes de periodismo de todo el mundo para profundizar sobre temas que las escuelas de periodismo y las redacciones de periódicos suelen omitir. La Fundación es su personal homenaje al que sigue considerando “el mejor oficio del mundo”.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez personas (ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García Márquez, que trabajó duramente en este libro tres años, definió “esta tarea otoñal como la más difícil y triste de mi vida” y como “una experiencia humana desgarradora e inolvidable”. A finales de 1995, cuando acaba de concluir Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro –el de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex presidente- lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores ofrecen la liberación de Juan Carlos Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en lugar del actual mandatario, Ernesto Samper. La respuesta de García Márquez es contundente: “Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quiténse las máscaras y salgan a promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional.”
Actualmente se dice que trabaja en sus memorias (que posiblemente se llamarán Vivir para contarlo) y en tres novelas. Una de ellas cuenta la historia de un hombre que morirá al escribir la última frase. García Márquez tiene la extraña sensación de que puede ocurrirle lo mismo que a su personaje. Tal vez por ello, la novela avanza lentamente...
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Apunte biográfico . Por Olga Martínez Dasi.
“He sido capaz de escribir porque Mercedes llevó el mundo sobre sus espaladas”
“El secreto de la felicidad es hacer sólo aquello con lo que uno disfruta”.
Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana.
“Gabo”, como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que podríamos considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la “fiebre del banano”, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo XX.. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de los “aventureros” de la “hojarasca” (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el humilde oficio de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su primer nieto, sus padres convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca. Poco después Gabriel Eligio y Luisa Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho años, murió el abuelo, al que García Márquez consideró siempre “la figura más importante de mi vida”.
De esos primeros ocho años de “infancia prodigiosa” surge lo esencial del universo narrativo y mítico de García Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: “Después todo me resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”. Lo que sí es cierto es que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las “mamas grandes” civilizadoras, la vivacidad del lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras ( La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera ...) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre de una de las muchas fincas bananeras del lugar y que según unos alude “a un árbol que no sirve pa un carajo” y según otros “a una milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas”.
Como el propio novelista explica: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en un casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.
El paralelismo entre algunas circunstancias biográficas de García Márquez con algunos elementos de Cien años de soledad resulta evidente. Veamos algunos:
· Su abuelo, como José Arcadio Buendía, fue uno de los fundadores de Aracataca. En la
novela se nos cuenta que José Arcadio, abandona su pueblo al verse continuamente hostigado por el fantasma de Prudencio Aguilar, al que se vio obligado a matar por un problema de honor. Con veintún compañeros, José Arcadio Buendía cruza la cordillera y funda Macondo. La fundación de Aracata, tal como Nicolás Marquez se la contaba a su nieto es muy parecida. También su abuelo había matado de muy joven a un hombre y “cuando no podía soportar la amenaza que existía contra él en ese pueblo, se fue lejos con su familia y fundó un pueblo”. A Gabo le solía decir siempre: “Tú no sabes como pesa un muerto”.
· Nicolás Márquez era un sobreviente de las dos últimas guerras civiles y, como aquél tenía una larga progenie de “hijos de la guerra”, todos de edades parecidas, que se alojaban en su casa cuando estaban de paso por el pueblo y que doña Tranquilina recibía como propios. Como es evidente, Nicolás Márquez es asimismo el modelo del coronel Aureliano Buendía que “promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento”.
· Úrsula Iguarán se inspira en la abuela Tranquilina – que no sólo presta su apellido a Úrsula, si no que, al igual que el personaje, murió ciega y loca. Tranquilina Iguarán es, efectivamente, el modelo de muchos de los personajes femeninos de García Márquez que Vargas Llosa define así: “un caso ejemplar de la mater familias, matriarca medieval, emperadora del hogar, hacendosa y enérgica, prolífica, de temible sentido común, insobornable ante la adversidad, que organiza férreamente la vida familiar a la que sirve de aglutinante y vértice”.
· La inmensa y asombrosa casa de los abuelos la reencotraremos en las solidas y tristes mansiones de su mundo narrativo: la casa de la Mama Grande, de los Asís, de los Nasar y, indudablamente, de los Buendía. García Márquez la recuerda así: “En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror (...) En esa casa había un cuarto desocupado donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos”.
En 1936 tras vivir un breve tiempo con sus padres en Sucre –donde Garbriel Eligio regentaba una farmacia- lo envían a estudiar bachillerato a diferentes internados: primero en Barranquilla (ver la entrañable página de Constanza Díaz Sierra sobre los primeros pasos literarios de Gabito) y, durante más tiempo, en Zipaquirá, lugar del que guarda recuerdos sombríos y dolorosos y donde, paralizado por la nostalgia de Aracataca, nunca llegó a integrarse. De ese periodo y de ese lugar cuenta García Márquez: “Zipaquirá era una ciudad fría, con techos de teja desagastada, y el colegio, un gran internado donde vivíamos doscientos trescientos niños... Los sábados y los domingos había salida, pero yo no me movía del edificio porque no quería enfrentarme con la tristeza y el frío del pueblo. Durante esos años pasé encerrado la totalidad de las horas libres despachando libros de Julio Verne y Emilio Salgari”. Seguramente, esos años de soledad, reclusión y lectura fueron decisivos para su futura vocación de escritor que, según Mario Vargas Llosa, es como una “solitaria” que atenaza el espíritu.
En 1947, García Márquez se instala en Bogotá y empieza a estudiar derecho. Sus impresiones de Bogotá no son mejores que las de Zipaquirá: con sus “cachacos” que siempre “andaban de negro, parados ahí con paraguas y sombreros de coco, y bigotes”, la capital le parece “gris y yerta”, “asfixiante”, sinónimo de “aprehensión y tristeza”. Con estros rasgos describirá a Bogotá cuando raramente aparezca en su mundo ficción.
Aunque estudia los cinco cursos de Derecho –algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había trasladado su familia y donde se hace amigo del poeta Álvaro Mutis- no llega a graduarse, porque, según confiesa, “me aburría a morir esa carrera”. Lo más importante de ese periodo es el encuentro con alguna de las personas más decisivas de sus vida –especialmente, Camilo Torres, el que luego será cura guerrillero cruelmente asesinado y Plinio Apuleyo Mendoza, desde entonces uno de sus amigos más íntimos. Otro circunstancia importante es que, en Bogotá, empieza a escribir, para el periódico El Espectador, sus primeras obras: diez cuentos, de los que abjurará después, que constituyen su “prehistoria” como escritor. También es remarcable que García Márquez participase, como otros muchos estudiantes, en las manifestaciones surgidas a raíz del “bogotazo”: el asesinato en 1948 de Jorge Eliecer Gaitán, político progresista aspirante a la presidencia de la república. El asesinato de Gaitán desencadena una escalofriante y larga oleada de violencia (casi trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá su reflejo en la literatura de García Márquez y de otros escritores, como Fernando Garrido y Álvaro Mutis, hasta el punto de que la narativa colombiana de estas décadas ha sido designada como “literatura de la violencia”.
Pronto, García Márquez abandona los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilla conoce a un grupo de periodistas que le fascinan y decide instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empieza a trabajar de columnista en “El Heraldo”, y a la literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un bloque de cuatro pisos llamado “el Rascacielos” y allí empieza a escribir su primera novela, La hojarasca.
Gabo se integra en el llamado “Grupo de Barranquilla”, que se reúne en el “Café Happy” y el “Café Colombia”. Miembros del “Grupo de Barranquilla” son: Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista de “El Heraldo” de gran formación intelectual, al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirán en sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia Woolf, y Hemingway. A las tertulias del “Café Colombia” acude también Ramón Vinyes, un viejo catalán republicano, escritor, ex-librero y profesor de un colegio de señoritas, al que García Márquez homenajeará en “el sabio catalán”, junto a sus tres amigos, en las últimas páginas de Cien años de soledad.
En Barranquilla, García Márquez conocerá a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertirá en su compañera de toda la vida.
En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresa a Bogotá. Allí, de nuevo para El Espectador, trabaja como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada dedicación al periodismo, dejará posteriormente huella en su literatura. Como señala Vargas Llosa, de allí proviene en buena medida su fascinación “por los hechos y personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas” y “las virtudes de concisión y transparencia de estilo” de sus mejores libros, en los que narra con la precisión de un cirujano. Esta simbiosis de literatura y periodismo es clara en algunas sus obras narrativas publicadas, Relato de un náufrago (1955), Crónica de una muerte anunciada (1981), Noticia de un secuestro (1997).
Desde ese momento, García Márquez no abandonará nunca su actividad periodística y posteriormente será colaborador habitual en periódicos de Colombia, Venezuela, México, España y Estados Unidos.
En 1955, García Márquez va por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía que ser un breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El relato de un náufrago, se convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma –donde, además de cubrir la información de la enfremedad de Pío XII, se matricula en el “Centro Sperimentale de Cinematografía”- y finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibe la noticia de que El Espectador había sido clausurado y un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, que había decidido seriamente ser escritor, decide quedarse en París. Afrontando grandes penalidades económicas (“Estuve viviendo durante cuatro años de milagros cotidianos”) y trabajando, como explica Vargas Llosa, “a diario, con verdadera furia, desde que oscurecía hasta el amanecer”, escribe La mala hora (1961) y paralelamente, a partir de un episodio que se le desprendió de esa obra, una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).
Con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza hace un viaje a los países del Este (Alemania Oriental, Checoslovaquia, Polonia, Rusia...) y luego escribe diez reportajes (al más célebre lo tituló “90 días en la Cortina de Hierro”) que quieren ser fundamentalmente objetivos, pero que contienen una serie de valoraciones contradictorias de adhesión y crítica, lo que demuestra la sinceridad e independencia de su opinión.
En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decide regresar a América, entre otras cosas porque sentía que se le “enfriaban los mitos”. Primero se instala en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo Mendoza le había conseguido trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas, es testigo del bormbardeo aéreo y del asalto al Palacio presidencial, hechos que concluirán días después con el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.
Estos hechos, especialmente la imagen, según cuenta Vargas Llosa, de la huida de “un oficial con una ametralladora bajo el brazo y con las botas embarradas” y la entrevista que le hizo al que, durante 50 años, había sido mayodormo de Palacio, sirviendo a varios presidentes y dictadores, serán decisivos en la gestación de un proyecto literario que empieza a obsesionarle: escribir una novela de tiranos, que reflexione sobre “el misterio del poder” y la capacidad de fascinación hipnótica de los tiranos. Otras experiencias recientes se imbrican con las que está viviendo en Venezuela y le ayudan a entender los mecanismos de la dictadura: el poder supremo del sumo pontífice en Roma, la fanática pervivencia del culto a Stalin que, cuatro años después de la muerte del dictador, había palpado en Moscú... Tardará 17 años en hacer realidad ese proyecto en la quinta de sus novelas: El otoño del patriarca (1975).
En un viaje relámpago a Barranquilla, se casa con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene dos hijos, Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más tarde).
Aunque su actividad periodística en Venezuela es muy intensa, García Márquez no abandona el quehacer literario: escribiendo sólo los domingos, redacta casi todos los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1961).
En 1960, tras el triunfo de la Revolución Cubana, vive seis meses en la Habana, trabajando para Prensa Latina, agencia de noticias que dirige el periodista argentino, amigo del Ché Guevara, Jorge Ricardo Massetti. Prensa Latina fue creada por el gobierno cubano para contrarrestar la propaganda contra Cuba. Meses antes, García Marquez había creado la sede de Prensa Latina en Bogotá. En Prensa Latina participan, además de su inseparable amigo Plinio Apuleyo Mendoza, otros destacados intelectuales como el argentino Roberto Walsh y el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti. Uno de los grandes éxitos de Prensa Latina es interceptar y descifrar un informe donde se daban detalles del desembarco armado americano en Playa Girón. Llegaron a averiguar el lugar exacto donde la CIA preparaba la operación: una hacienda de Retahulheu (Guatemala).
En 1961 se instala en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. Se trata de un trabajo apasionante –por fin García Márquez dispone de un sueldo fijo y puede ejercer el periodismo con plena independencia, lejos de los monopolios capitalistas de opinión- pero es también un trabajo agotador y de mucho riesgo: es el momento más álgido de la campaña anticastrista y las continuas amenazas de la CIA y de los exiliados cubanos le hacen temer por la seguridad de su familia. No será por esto, sin embargo, por lo que García Márquez renunciará a Prensa Latina: dimitirá en solidaridad a Massetti, a quien, tras el ascenso del sector más sectario y burocrático, es alejado de la dirección de Prensa Latina.
García Márquez decide establecerse en México, y probar suerte con la tercera de sus aficiones: el cine. Pero antes de abandonar Estados Unidos, recorre el sur de su admirado Faulkner. De ese viaje, que emprende sin apenas dinero, escribirá: “Son veinte días de ruta infernal por carreteras marginales, ardientes y tristes...Son veinte días de carretera, alimentándonos con leche malteada, con hamburguesas, conociendo en Atlanta un áspero rostro de los Estados Unidos (no querían recibirnos en los hoteles porque creían que éramos mexicanos) y leyendo, en otro pueblo del Sur, un letrero que decía:
Cuando descubre que es muy difícil abrirse camino en el mundo del cine, se encarga, aunque sin escribir una sola línea, de la organización de dos revistas de gran tiraje: una revista de señoras, La Familia y otra de crímenes sensacionalistas, Sucesos. Más tarde, trabaja en el mundo de la Publicidad.
A partir de 1963, García Márquez consigue por fin trabajar como guionista. Su primer guión, El gallo de oro, lo escribe en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo. (Dos años después, García Márquez y Fuentes volverán a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano).
Otros trabajos de guionista de García Márquez son: Tiempo de morir de Arturo Ripstein (aparentemente una esquemática película de “charros”, pero que contiene ya algunas de las obsesiones de García Márquez: la venganza, la muerte, el destino trágico, la soledad...), H.O. también con Ripstein; Patsy, mi amor y una adaptación de su cuento “En este pueblo no hay ladrones”. Aunque García Márquez dice no estar satisfecho de ninguno de sus trabajos cinematográficos, considera que su decepcionante experiencia en el mundo del celuloide le fue de gran utilidad, pues paradójicamente le ayudó a tomar conciencia de las limitaciones del cine (que hasta este momento consideraba “el medio de expresión perfecto”) y a entender por fin “que las posibilidades de la novela son ilimitadas”.
Sin esa convicción, tal vez García Márquez no hubiera superado nunca ese periodo de sequía literaria (de 1961 a 1965 no escribió ni una sola línea de creación), consecuencia de un íntimo “sentimiento de fracaso” respecto a la obra que había escrito hasta ese momento. Así lo describe el crítico Emir Rodríguez Monegal en 1964: “Entonces García Márquez era un hombre torturado, un habitante del infierno más exquisito: el de la esterilidad literaria”.
Gabo escapa de ese “infierno” con la escritura de la que, seguramente, es la más importante de sus obras: Cien años de soledad (1967), lo cual sólo fue posible cuando, casi como en en un “milagro”, sabe de repente con qué técnica y con qué procedimientos ha de escribir la historia de ese Macondo y de ese universo mítico de su infancia que le obsesionan desde sus inicios como escritor.
La “revelación” tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su Opel por la carretera de México a Acapulco. Inesperadamente para el coche y le dice a Mercedes: “¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo!.
García Márquez decide encerrarse a escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco mil dolares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus amigos, especialmente de Álvaro Mutis) y le dice a Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo moleste bajo ningún concepto. Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le espera con una deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dolares. Para enviar el manuscrito de Cien años de soledad a Buenos Aires, concretamente a la Editorial Sudamericana de Francisco Porrua, deben empeñar los tres últimos objetos de un cierto valor que les quedan: una batidora, un secador de pelo y la estufa.
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera edición y en tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, “el éxito resonante deja a García Márquez mareado y algo incrédulo”, aunque feliz porque por fin puede dedicarse exclusivamente a escribir.
De 1968 a 1974 vive en Barcelona: quiere alejarse –aunque inútilmente- de la persecución cada vez más agobiante de la fama y palpar el ritmo de la vida cotidiana en una dictadura (aquí se viven los últimos años del franquismo), pues se ha decidido por fin a convertir en novela esa imagen que le persigue desde hace diecisiete años: un déspota viejísimo se queda sólo en un palacio lleno de vacas.
En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple (voces diferentes que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia) es para García Márquez “mi libro más experimental y el que más me interesa como aventura poética. También el que me ha hecho más feliz” .
Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de cine, a partir de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una novela breve: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).
Desde 1974, García Márquez alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y París. Desde esos años, tan difíciles para América Latina, García Márquez es consciente de su resposabilidad como intelectual de prestigio: estrecha lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista (Fidel Castro, Torrijos, Carlos Andrés Pérez , los sandinistas, últimamente, Hugo Chávez...), se convierte en embajador extraoficial del continente, lucha activamente en defensa de los derechos humanos...
En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre durante su juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Al escribir Crónica de una muerte anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una historia en la que intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a Santiago Nasar siguiera viva.
Ese mismo año, en pleno lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada, el gobierno conservador lo acusa de financiar al grupo guerrillero M-19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le conceden el Premio Nobel de literatura.
En la ceremonia del Nobel, viste con una guayabera caribeña blanca y lleva en la mano un rosa amarilla, símbolo de Colombia y su amuleto personal (Mercedes coloca cada día una en su mesa de trabajo). Elige como tema musical el Intermezzo interrotto de Bela Bartok. Su discurso de agradecimiento es un canto de amor a América Latina. Entre otras cosas dijo:
“Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíbles nuestra vida. Éste es el nudo de nuestra soledad”.
Concluyó formulando un deseo: el de “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Con parte de los 157 mil dolares que gana con el Nobel, decide “fundar un diario en Colombia con periodistas menores de treinta años, para que adquieran el oficio como se debe. Un diario destinado a exaltar los valores fundamentales del hombre, sin banderías”. En homenaje a un cuento de Borges decide llamar al periódico El otro, aludiendo con ello a su “otra” vocación y personalidad.
Involucra en el proyecto a dos de sus grandes amigos: a Rodolfo Terragno, fundador de El diario de Caracas y el novelista argentino Tomás Eloy Martínez. El proyecto, sin embargo, morirá antes de nacer, como dice García Márquez, “asfixiado por la literatura”. Una noche inquieta (a García Márquez le preocupa encontrar el tono adecuado para El otro: ¿un realismo mágico sembrado de adjetivos restallantes? ¿la precisión de cirujano de sus crónicas políticas?) sueña con “una novela en la que un viejo de 80 vive una historia de frenesí sexual con una vieja de 70”. El demonio de la literatura le ha entrado otra vez en el cuerpo y sabe que ya no puede escapar de él.
Cuando todo está preparado para la aparición de El otro, les dice a sus amigos: “Instálense en Bogotá y empiecen a trabajar. Yo tengo que encerrarme a escribir la novela sobre los viejos”. Sus amigos, obviamente, se niegan (¿cómo El otro de García Márquez se va a escribir sin García Márquez?) y el García Márquez novelista se instala en la mágica Cartagena de Indias, donde, en “un periodo de felicidad casi completa” escribe la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, en la que recrea el difícil noviazgo de sus padres: El amor en los tiempos de cólera (1985).
En 1986 cumple una vieja deuda con la tercera de sus pasiones: promueve la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y funda -con la ayuda del director argentino Fernando Birri, al que conocía desde sus años en Italia- la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Allí cada año, García Márquez dirige un taller de guión, donde diez jóvenes inventan conjuntamente una historia. A los mejores alumnos se los lleva a México para trabajar en otro taller de guiones, éste profesional: realizan guiones para la televisión y, con parte de los beneficios, consiguen fondos para financiar la Fundación y la Escuela.
En Cómo se cuenta un cuento (1995) relata una de las experiencias del taller de guión: inventar una historia que pueda ser contada en formato de media hora. El guión “Me alquilo para soñar” -que primero fue uno de los doce Cuentos peregrinos (1992)- es uno de los frutos de ese taller de guión, que fruto del trabajo conjunto de García Máqrquez, el cineasta brasileño Doc Comparato y diez jóvenes enamorados del cine y de la literatura.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es una frase de su manual escolar de historia, que guardaba en su memoria: “Al cabo de un largo y penoso viaje por el río Magdalena, murió en Santa Marta abandonado por sus amigos”.
Aunque ya no lo necesita económicamente, García Márquez se ha impuesto la disciplina, “para mantener el brazo caliente”, de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publica en diferentes periódicos. Una selección de estos artículos que, hablan de sus impresiones y recuerdos de las diferentes ciudades europeas en las que vivió, las recoge en Notas de prensa (1991), obra que se convierte así en una especie de memorias noveladas de sus años en Europa. Antes de editarlo en forma de libro vuelve a las ciudades emblemáticas de su juventud (Ginebra, Roma, París, Barcelona...) y escribe: “Ninguna tenía ya nada que ver con mis recuerdos. Todas estaban enrarecidas por una inversión asombrosa: los recuerdos reales parecían fantasmas de la memoria, mientras que los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado a la realidad (...) En esos ocho meses febriles no necesité preguntarme dónde terminaba la vida y dónde empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte años antes en Europa”. Tras ese viaje hacia su propia memoria, vuelve a reescribir todos los artículos.
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Según el propio autor se trata de : “una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos, pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía”. Muchos de ellos, antes de ser finalmente cuentos, fueron historias escritas con otros fines: cinco fueron notas periodísticas; otros cinco, guiones de cine y uno, un serial de televisión.
En 1994 publica su última novela, Del amor y otros demonios , una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla de doce, a la que debía exorcizar.
Aunque desde hace años lucha incansablemente contra un cáncer, García Márquez continúa lleno de proyectos y sigue demostrando una admirable energía. Consciente de que “nunca ni un solo minuto he dejado de ser periodista”, convence a su amigoel novelista argentino Tomás Eloy Martínez para que funden juntos un taller de periodismo, la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Se trata de una escuela sin muros, donde –a través de seminarios, conferencias y cursos-se convoca a estudiantes de periodismo de todo el mundo para profundizar sobre temas que las escuelas de periodismo y las redacciones de periódicos suelen omitir. La Fundación es su personal homenaje al que sigue considerando “el mejor oficio del mundo”.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez personas (ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García Márquez, que trabajó duramente en este libro tres años, definió “esta tarea otoñal como la más difícil y triste de mi vida” y como “una experiencia humana desgarradora e inolvidable”. A finales de 1995, cuando acaba de concluir Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro –el de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex presidente- lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores ofrecen la liberación de Juan Carlos Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en lugar del actual mandatario, Ernesto Samper. La respuesta de García Márquez es contundente: “Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quiténse las máscaras y salgan a promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional.”
Actualmente se dice que trabaja en sus memorias (que posiblemente se llamarán Vivir para contarlo) y en tres novelas. Una de ellas cuenta la historia de un hombre que morirá al escribir la última frase. García Márquez tiene la extraña sensación de que puede ocurrirle lo mismo que a su personaje. Tal vez por ello, la novela avanza lentamente...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)