ENIO IOMMIUno de los fundadores de la Asociación Arte Concreto Invención
por Jorge López Anaya
Por su actitud ante el arte y la vida, Enio Iommi es un creador que ha mantenido, a lo largo de seis décadas, una actualidad poco frecuente. Su pensamiento joven, vital, rebelde a ultranza le hizo rechazar la comodidad del fácil halago, así como también la conformidad con las propias elecciones. En más de una oportunidad llegó a echar por tierra inquietudes, hallazgos y resoluciones plásticas anteriores, por las que era ampliamente reconocido. Contra lo que muchos creen, su escultura no es sólo hija de la sabiduría plástica, del oficio escultórico o de la intuición, sino de la crítica.Iommi creó la primera escultura abstracta en 1945, cuando en la Argentina la no-figuración sólo registraba escasas referencias en la pintura y algunas pocas, sin trascendencia, en la escultura. Sin dudas, es el primer escultor abstracto argentino con amplia y continuada trayectoria en el país.Enio Iommi nació en Rosario –la segunda ciudad del país- en 1926, reside en Buenos Aires desde 1938. Se inició en el arte en el taller de su padre, un escultor italiano graduado en la Academia de Brera, Milán. Antes de los veinte años compartió la aventura del arte abstracto con Tomás Maldonado, Alfredo Hlito, Raúl Lozza y Lidy Prati. Ese núcleo, en noviembre de 1945, acompañado por otros jóvenes, fundó la Asociación Arte Concreto Invención, que escribió uno de los capítulos más importante de vanguardia rioplatense. Un año más tarde, los pintores y escultoras concretos presentaron la primera muestra del colectivo en el Salón Peuser. En el catálogo publicaron el “Manifiesto invencionista”, documento capital del constructivismo en la Argentina.En esos años, Iommi trabaja sobre la base de una morfología plástica que no remite a nada; cada obra es sólo un símbolo geométrico, la abstracción es absoluta. En las esculturas de este período, entre las que están: Ritmos lineales (1946), Direcciones espaciales (1947) y Continuidad lineal (1948, del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires), la carga física se halla reducida hasta el límite de la desmaterialización. Todas son estructuras visuales “mínimas”, capaces de provocar en el espectador un desplazamiento de sus criterios de valoración por la ausencia de los caracteres tradicionales de la escultura. Muchas de ellas se reducen al rítmico arabesco dibujado en el espacio por una varilla de metal, casi inmaterial.
• La vía experimental
En noviembre de 1977, en la Galería Del Retiro, Iommi inauguró una muestra atípica, con el título Adiós a una época, “1948-1977 al 2000”. Con esta muestra inició una nueva etapa. Allí, junto a una veintena de esculturas de aluminio, pulcras, asépticas y racionales, se exhibía una pieza titulada Un rectángulo de acrílico y basura, que anunciaba la nueva vía. Era un prisma de acrílico transparente, de 1,80 metros de altura, en cuyo interior se acumulan envases de cartón, latas, escobas deshechas, paja, tierra, papeles rotos y otros objetos, todos recogidos de la basura callejera. En el texto que acompañaba a la pieza se afirmaba: “Año 2000, creo que será como siempre. La fachada humana muy brillante, como el acrílico. Pero por dentro seguiremos acumulando escombros” (fue adquirida por Antonio Berni). Poco después, en la Galería Julia Lublin, mostró sus nuevas esculturas realizadas con elementos toscos, encontrados entre los deshechos de la ciudad.Adiós a una época marcó su inicio en el arte del objeto ensamblado y en el rechazo de la ideología del funcionalismo a la que había adherido en la década de los cuarenta. Iommi sabía, ya en sus inicios, que los lenguajes artísticos solían degenerar en fórmulas. Intuía el peligro de las pretensiones ideológicas del movimiento concreto. Por ello, rechazó la sumisión a una estética consagrada y eligió la heterodoxia y la autonomía.A lo largo de los años, a pesar de los cambios, de las rupturas y de las búsquedas en varias direcciones, Iommi fue fiel a la actitud inicial: el arte como aventura. Cada obra, más que un acierto definitivo, es para él un estímulo para inventar y no un prototipo para repetir. Universal en el lenguaje, cada una de sus esculturas posee una constelación de alusiones a la realidad del entorno regional y a su propia individualidad.En la exposición personal que Iommi presentó, en 1979, apareció un nuevo elemento básico: el adoquín de granito, extraído de viejas calles en proceso de pavimentación. Apenas dos años más tarde, Iommi presentó la exposición El desgaste, en la galería Arte Nuevo. El conjunto de esculturas reunido en esta ocasión tenía como protagonista al alambre. Maderas de cajón, piedras, bolsas de cemento, adoquines, mármoles, chapas de aluminio desgastadas por el tiempo y por el uso, aparecían sujetas de manera irracional por alambres que, en algunos casos, jugaban caprichosamente en el espacio. Algunos elementos, especialmente los adoquines, estaban pintados con colores saturados. La referencia a la terrible situación del país en la década de los setenta era notoria. En la década siguiente, Iommi todavía estaba convencido de que la vía experimental que inició con Adiós a una época, estaba lejos de haberse agotado. En 1999, a los setenta y tres años, dijo en una entrevista: “No me gusta estancarme, no creo en una idea absoluta, creo en las ideas. Por lo tanto, acepto los cambios que voy viendo, que voy sintiendo, que voy realizando”.La muestra individual que presentó ese año estaba dedicada con un breve texto: “A mis padres, que comprendieron mi libertad”. La palabra “libertad” abunda en sus escritos. En 1991, tituló una exposición Desde la escultura concreta hasta mi libertad. En el texto de introducción escribió: “La libertad no tiene poder, es la puerta para la historia, es la única que refleja y hace reflejar el amor en el arte, sin intereses de poder, pero sí con la arrogancia espiritual, don del verdadera artista”.Entre las libertades deseadas por Enio Iommi, próximo a sus ochenta años, tiene fundamental importancia la de “liberar el arte de lo artístico”.
*Su último libro es “Arte argentino. Cuatro siglos de historia (1600-2000)”, Emecé, Buenos Aires, 2005.
Enio Iommi nació en Rosario en 1926, segundo hijo del escultor Santiago Girola con María Iommi, ambos italianos. Aprendió el oficio en el taller de su padre, y a fines de la década del ’30 toda la familia se trasladó a Buenos Aires. En 1945 fundó junto a otros artistas jóvenes la Asociación Arte Concreto-Invención y realizó su primera escultura concreta, Direcciones opuestas. Al año siguiente participó de la primera exposición del grupo y co-escribió el Manifiesto Invencionista. Su primera exposición individual fue en 1958, en la Galería Pizarro de Buenos Aires. En 1961 participó de la Bienal de San Pablo y en 1964 de la de Venecia. En 1975 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, a la que renunció en 1999.
Volumen espacial, 1999, stone and wood painted in red., 35.4 x 26.7 x 23 in. The Museum of Fine
por Jorge López Anaya
Por su actitud ante el arte y la vida, Enio Iommi es un creador que ha mantenido, a lo largo de seis décadas, una actualidad poco frecuente. Su pensamiento joven, vital, rebelde a ultranza le hizo rechazar la comodidad del fácil halago, así como también la conformidad con las propias elecciones. En más de una oportunidad llegó a echar por tierra inquietudes, hallazgos y resoluciones plásticas anteriores, por las que era ampliamente reconocido. Contra lo que muchos creen, su escultura no es sólo hija de la sabiduría plástica, del oficio escultórico o de la intuición, sino de la crítica.Iommi creó la primera escultura abstracta en 1945, cuando en la Argentina la no-figuración sólo registraba escasas referencias en la pintura y algunas pocas, sin trascendencia, en la escultura. Sin dudas, es el primer escultor abstracto argentino con amplia y continuada trayectoria en el país.Enio Iommi nació en Rosario –la segunda ciudad del país- en 1926, reside en Buenos Aires desde 1938. Se inició en el arte en el taller de su padre, un escultor italiano graduado en la Academia de Brera, Milán. Antes de los veinte años compartió la aventura del arte abstracto con Tomás Maldonado, Alfredo Hlito, Raúl Lozza y Lidy Prati. Ese núcleo, en noviembre de 1945, acompañado por otros jóvenes, fundó la Asociación Arte Concreto Invención, que escribió uno de los capítulos más importante de vanguardia rioplatense. Un año más tarde, los pintores y escultoras concretos presentaron la primera muestra del colectivo en el Salón Peuser. En el catálogo publicaron el “Manifiesto invencionista”, documento capital del constructivismo en la Argentina.En esos años, Iommi trabaja sobre la base de una morfología plástica que no remite a nada; cada obra es sólo un símbolo geométrico, la abstracción es absoluta. En las esculturas de este período, entre las que están: Ritmos lineales (1946), Direcciones espaciales (1947) y Continuidad lineal (1948, del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires), la carga física se halla reducida hasta el límite de la desmaterialización. Todas son estructuras visuales “mínimas”, capaces de provocar en el espectador un desplazamiento de sus criterios de valoración por la ausencia de los caracteres tradicionales de la escultura. Muchas de ellas se reducen al rítmico arabesco dibujado en el espacio por una varilla de metal, casi inmaterial.
• La vía experimental
En noviembre de 1977, en la Galería Del Retiro, Iommi inauguró una muestra atípica, con el título Adiós a una época, “1948-1977 al 2000”. Con esta muestra inició una nueva etapa. Allí, junto a una veintena de esculturas de aluminio, pulcras, asépticas y racionales, se exhibía una pieza titulada Un rectángulo de acrílico y basura, que anunciaba la nueva vía. Era un prisma de acrílico transparente, de 1,80 metros de altura, en cuyo interior se acumulan envases de cartón, latas, escobas deshechas, paja, tierra, papeles rotos y otros objetos, todos recogidos de la basura callejera. En el texto que acompañaba a la pieza se afirmaba: “Año 2000, creo que será como siempre. La fachada humana muy brillante, como el acrílico. Pero por dentro seguiremos acumulando escombros” (fue adquirida por Antonio Berni). Poco después, en la Galería Julia Lublin, mostró sus nuevas esculturas realizadas con elementos toscos, encontrados entre los deshechos de la ciudad.Adiós a una época marcó su inicio en el arte del objeto ensamblado y en el rechazo de la ideología del funcionalismo a la que había adherido en la década de los cuarenta. Iommi sabía, ya en sus inicios, que los lenguajes artísticos solían degenerar en fórmulas. Intuía el peligro de las pretensiones ideológicas del movimiento concreto. Por ello, rechazó la sumisión a una estética consagrada y eligió la heterodoxia y la autonomía.A lo largo de los años, a pesar de los cambios, de las rupturas y de las búsquedas en varias direcciones, Iommi fue fiel a la actitud inicial: el arte como aventura. Cada obra, más que un acierto definitivo, es para él un estímulo para inventar y no un prototipo para repetir. Universal en el lenguaje, cada una de sus esculturas posee una constelación de alusiones a la realidad del entorno regional y a su propia individualidad.En la exposición personal que Iommi presentó, en 1979, apareció un nuevo elemento básico: el adoquín de granito, extraído de viejas calles en proceso de pavimentación. Apenas dos años más tarde, Iommi presentó la exposición El desgaste, en la galería Arte Nuevo. El conjunto de esculturas reunido en esta ocasión tenía como protagonista al alambre. Maderas de cajón, piedras, bolsas de cemento, adoquines, mármoles, chapas de aluminio desgastadas por el tiempo y por el uso, aparecían sujetas de manera irracional por alambres que, en algunos casos, jugaban caprichosamente en el espacio. Algunos elementos, especialmente los adoquines, estaban pintados con colores saturados. La referencia a la terrible situación del país en la década de los setenta era notoria. En la década siguiente, Iommi todavía estaba convencido de que la vía experimental que inició con Adiós a una época, estaba lejos de haberse agotado. En 1999, a los setenta y tres años, dijo en una entrevista: “No me gusta estancarme, no creo en una idea absoluta, creo en las ideas. Por lo tanto, acepto los cambios que voy viendo, que voy sintiendo, que voy realizando”.La muestra individual que presentó ese año estaba dedicada con un breve texto: “A mis padres, que comprendieron mi libertad”. La palabra “libertad” abunda en sus escritos. En 1991, tituló una exposición Desde la escultura concreta hasta mi libertad. En el texto de introducción escribió: “La libertad no tiene poder, es la puerta para la historia, es la única que refleja y hace reflejar el amor en el arte, sin intereses de poder, pero sí con la arrogancia espiritual, don del verdadera artista”.Entre las libertades deseadas por Enio Iommi, próximo a sus ochenta años, tiene fundamental importancia la de “liberar el arte de lo artístico”.
*Su último libro es “Arte argentino. Cuatro siglos de historia (1600-2000)”, Emecé, Buenos Aires, 2005.
Enio Iommi nació en Rosario en 1926, segundo hijo del escultor Santiago Girola con María Iommi, ambos italianos. Aprendió el oficio en el taller de su padre, y a fines de la década del ’30 toda la familia se trasladó a Buenos Aires. En 1945 fundó junto a otros artistas jóvenes la Asociación Arte Concreto-Invención y realizó su primera escultura concreta, Direcciones opuestas. Al año siguiente participó de la primera exposición del grupo y co-escribió el Manifiesto Invencionista. Su primera exposición individual fue en 1958, en la Galería Pizarro de Buenos Aires. En 1961 participó de la Bienal de San Pablo y en 1964 de la de Venecia. En 1975 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, a la que renunció en 1999.
Volumen espacial, 1999, stone and wood painted in red., 35.4 x 26.7 x 23 in. The Museum of Fine